Estudiar en otro país implica un viaje físico, pero también interior, describe Ethan Balanzar, estudiante de la Licenciatura de Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, tras irse de intercambio académico a Argentina.
Ethan considera que para cualquier humanista, independientemente de su disciplina, la historia, cultura e identidad son conceptos medulares en su quehacer diario.
En ese sentido, la Historia es una disciplina social que enseña la pluralidad de identidades.
Se trata de un elemento común y unificador que da sentido a su identidad para los grupos sociales, y una de sus funciones sociales es cimentar el sentido de pertenencia.
Estas fueron las primeras reflexiones que llevo en su maleta cuando lo aceptaron de intercambio en Argentina para la licenciatura en Historia.
Mexicano en Argentina
En sus reflexiones, antes que nada, Ethan admite que esta oportunidad es un privilegio para aprender la historia argentina contada por argentinos.
Si bien hay distintas formas de conocer el mundo, todo lo anterior conforma una perspectiva de la realidad y a su vez cimentada en la experiencia.
Pero un estudiante se cansa de leer sobre el mundo.
Según relata el alumno de licenciatura, el viaje de intercambio por seis meses implicó una relación mayor al cosmopolitismo:
“Un alumno de intercambio es obligado a entablar nuevas relaciones en entornos desconocidos e insertar su perspectiva en otro ámbito cultural.”
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Pero los recuerdos son invaluables, las relaciones interpersonales enriquecedoras y los aprendizajes fomentan el desarrollo profesional.
Confiesa que participó en las jornadas de Inter escuelas elaboradas en Santiago del Estero, conoció la lejana Tierra del fuego y el aclamado Fin del Mundo.
Aprendió a esquiar en la nieve, se enamoro de una niña de ojitos lindos, contempló la última isla del mundo y vivió en carne propia la hiperinflación que aqueja a tan bonita nación.
Él mismo reitera que va a extrañar Argentina y sus míticos murales, el culto al fútbol, las calles que combinan modernidad y tradición, el hermoso Océano Atlántico, entre otras cosas.
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Pero él reconoce que nunca habría podido vivir este intercambio por sus propios medios, por ello también extiendió sus agradecimientos hacia el gobierno mexicano y la generosa beca que se le otorgó:
“Algunos jóvenes mexicanos ni siquiera han viajado en un avión. Yo, hasta antes de este intercambio semestral, me incluía en ese grupo, pero hoy incluso fui hasta el otro lado del mundo y volví sano, salvo, con experiencias inolvidables, grandes amigos, un mayor aprendizaje, el saber de una realidad ajena, un amor imposible, una valija llena de recuerdos para la familia y amigos… y muchas fotografías de paisajes que sólo concebía en mi imaginación. Gracias por esta oportunidad.“