Constantemente como ser humano me cuestiono mi paso por esta tierra, qué vengo a hacer aquí, cual es mi misión o rumbo a tomar, qué tengo yo para aportar a mi comunidad y dejar un impacto. Me gusta observar mi entorno, el lugar en donde desenvuelvo pequeñas partes de mi persona y ver cómo estas se relacionan con pedazos de otras; y justo en ese momento es donde me encuentro con mis compañeras, maestras, amigas o alguna otra mujer que sea parte de ese momento, cada una con historias diferentes, circunstancias distintas y vidas diversas, sin embargo las veo y me es inevitable pensar lo mucho que han logrado resistir cada una de ellas dentro de este mundo, y lo difícil de poder lidiar con una vida que estaba diseñada para que siempre estuvieras por detrás del otro.
El que las mujeres estén dentro de una universidad recibiendo educación se considera un gran avance para la lucha por la equidad de género, marcando como un logro histórico el que se pueda recibir educación superior de manera igualitaria. Desafortunadamente la vida de una mujer universitaria, dentro de su carrera y a pesar del paso de los años, no es para nada sencilla; esta se va llenando de un desgaste tanto físico, como emocional por los obstáculos que se tienen al momento de querer ser parte de una comunidad.
Repetidamente escucho y veo el cómo se nos trata de silenciar, de apartar y de invisibilizar nuestras demandas del día a día, no nos sentimos seguras, ni escuchadas, ni aceptadas; se nos cuestiona al minimo intento de querer hacer un cambio en el sistema que siempre se nos ha impuesto. Se nos trata como objetos, en donde no existe un espacio ni para la duda o el error, nunca tenemos la respuesta correcta, ni la razón. Pasamos estudiando más de 4 años en algunos casos, para que se nos sea reconocidas en la sociedad. Pasamos mas de 4 años intentando luchar por un espacio en donde queremos ser vistas, comprendidas y escuchadas, pero es más probable que se nos cuestione nuestra voz y género, en vez de nuestro conocimiento y habilidades.
Y a pesar de todo esto, el estar presente en un espacio lleno de mujeres diversas buscando el cambio y una revolución, me hacen ver el que existe luz dentro de este panorama oscuro. Veo luz cuando escucho a mis compañeras reconocer la violencia estructural de la que somos parte, veo luz cuando mis compañeras se reúnen para aprender entre ellas, veo luz cuando nos cuidamos entre todas, veo luz al momento en que las escucho defender sus ideales, veo luz cuando alzan la voz ante las injusticias, veo luz cuando luchan, cuando marchan, cuando gritan, veo luz cuando siento su espíritu revolucionario, veo luz cuando las veo vivir libres y sin miedo; y en ese preciso momento es en el que me encuentro con una gran galaxia alumbrada de estrellas, es el momento en donde sé que estamos haciendo historia, que seguimos justo aquí, en pie de lucha, con sueños y metas que cumplir, en busca y listas para el verdadero cambio, porque ya era hora de ver que las universitarias se encuentran presentes.