¿Cómo es vivir en una época en la que todo se encuentra conectado? Basta con pensarlo y, en cuestión de segundos, tenemos todo al alcance de un clic. Como universitarios, estamos tan acostumbrados a navegar por el inmenso laberinto de información que ofrece internet, que no nos damos cuenta del impacto que tiene en nuestras vidas.
La cercanía que se tiene con la información nos ha ayudado en múltiples aspectos, tanto personales como académicos. Es sencillo aprender cuando todo el conocimiento está a la mano. Pero, ¿es esto benéfico o perjudicial para nosotros?
Sin duda, en primera instancia lo consideraríamos una enorme ventaja y de mucho provecho para nosotros, y en parte es verdad. La globalización y el acceso a internet ha brindado a los usuarios la posibilidad de conectar con personas de todo el mundo, de adquirir nuevos conocimientos diarios y de inspirar a otros por el mismo medio.
Sin embargo, el veloz acceso que se tiene a la información nos ha vuelto tanto impacientes como dependientes de ella. Navegar por internet, y más específicamente en redes sociales, se ha convertido en una necesidad.
Necesitamos saber qué ocurre en todos lados, a toda hora y en todo momento. Basta con observar los números: según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en México, el 89% de los usuarios utiliza internet a diario, lo que representa un total de 75 millones de mexicanos navegando en la red de forma cotidiana.
Como internautas hemos perdido la habilidad de esperar. Todo ocurre de forma tan rápida, que nos olvidamos del significado de la palabra “paciencia”. Siempre nos encontramos creando la nueva tendencia, buscando la nueva noticia o tratando de averiguar cómo volvernos igual de virales que aquella persona que fue tema de conversación de tantas personas alrededor del mundo.
El propósito de contar con acceso a la red ha evolucionado. Ahora, buscamos estar siempre conectados. De acuerdo con el portal OpenMind de BBVA, las actividades realizadas con mayor frecuencia dentro de internet son chatear, interactuar en redes sociales, escuchar música y navegar durante horas. El usuario promedio dedica más de tres horas al día en dichas actividades.
La desventaja de encontrarnos tan conectados con todo el mundo es que nos desconecta de nosotros mismos. Al navegar por internet, encontramos tantos modelos a seguir, que perdemos de vista aquello en lo que realmente queremos convertirnos.
En ocasiones, es necesario parar y desconectar. Cambiar el ritmo al cual estamos acostumbrados a vivir y reflexionar sobre aquello que nos rodea. Como internautas natos que somos, puede parecer complicado apartarse de eso con lo que vivimos cotidianamente. Sin embargo, es necesario recordar que hay cosas por ver más allá de las que se observan a través de la pantalla.
No malinterpretemos, la llegada de internet y su auge durante la pandemia por COVID-19 han traído consigo innumerables ventajas como avances tecnológicos, innovación y emprendimiento. Tan solo un año después del comienzo del confinamiento, de acuerdo con datos proporcionados por el portal digital de la UNAM en 2021, más del 96% de las personas con estudios universitarios ya contaba con internet, lo cual demuestra el nivel de conexión en el que estamos inmersos y el impacto que tuvo la pandemia sobre ello.
No obstante, cambiar de enfoque y despejar nuestra mente de las conexiones digitales nos permite controlar y balancear el impacto que tiene sobre nosotros. Podemos hacer uso de sus beneficios sin caer en las consecuencias debido al exceso de información que se encuentra al navegar por la red.
En el cambiante universo de un internauta universitario hay un inmenso potencial. Es momento de tomar el control y recordar la importancia de desconectarse del mundo digital para reconectar con nosotros mismos y los demás en vida real.