Educación de calidad actualizada a las necesidades reales de México
Por Alberto Piña Landy. Licenciatura en Administración de Empresas, Universidad Iberoamericana, Ciudad de México
La educación financiera es una de las herramientas más poderosas para mejorar la calidad de vida de las personas, y su inclusión obligatoria en el sistema educativo mexicano sería la clave para cambiar el destino económico de millones de ciudadanos. Tal como dijo Nelson Mandela, “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”, y en este caso, la educación financiera tiene el poder de transformar no solo la vida de los individuos, sino también la economía de nuestro país.
En México, la falta de educación en el manejo de los recursos personales es una de las carencias más graves. Se estima que solo el 30% de la población mexicana tiene acceso a una educación financiera básica, lo que genera un círculo vicioso de endeudamiento, inseguridad económica y pobreza.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), sólo el 1% de la población mexicana gana más de $31,551 pesos mensuales, mientras que el 49.1% no tiene acceso a productos financieros. Este bajo nivel de ingresos, sumado a una escolaridad promedio de 9.7 años, revela que la mayoría de los mexicanos nunca ha sido informado sobre cómo gestionar su dinero de manera adecuada, lo que agrava la situación económica a nivel individual y colectivo.
Este déficit de conocimiento financiero crea un impacto directo en la vida de millones de mexicanos, quienes a menudo caen en el sobreendeudamiento, enfrentan tasas de interés desmesuradas y muchos de los que poseen una tarjeta de crédito, verdaderamente no la saben administrar, lo que los lleva a tomar decisiones financieras irresponsables, como comprar sin planificar cómo se pagará la deuda.
Si desde tiempo atrás, hubiéramos sido educados en la gestión responsable de los recursos, las consecuencias de estos escenarios financieros podrían haberse evitado. Sin una educación sólida en esta área, muchos terminan atrapados en un ciclo de incertidumbre y estrés económico que es difícil de romper.
Hoy en día, siete de cada diez mexicanos viven con el miedo constante al estrés financiero, y más de la mitad de la población no tiene acceso a financiamiento formal, lo que refuerza las barreras sociales y económicas que perpetúan la desigualdad y la pobreza. Esta situación no solo es una tragedia personal, sino también una tragedia colectiva que afecta la estabilidad de la nación entera. La falta de educación financiera contribuye al empobrecimiento de una parte significativa de la población, limitando su capacidad para mejorar su calidad de vida y participar plenamente en la economía.
La educación financiera debe ser parte integral del sistema educativo mexicano. Esta enseñanza debe impartirse de manera obligatoria en los niveles medio y medio superior para empoderar a las juventudes con las herramientas necesarias para tomar decisiones informadas sobre su dinero.
Conceptos básicos como el ahorro, el presupuesto, el crédito, la inversión y la planificación financiera deben formar parte de los programas y planes de estudio de la Secretaría de Educación Pública, (SEP). Este tipo de educación no debe ser considerado un lujo o un tema secundario, sino una necesidad urgente para preparar a las futuras generaciones ante los desafíos económicos que enfrentarán en un mundo cada vez más complejo.
Es importante destacar que la educación financiera no solo enseña a administrar el dinero de manera responsable, sino que también fomenta el desarrollo del pensamiento crítico, el cuestionamiento y por ende, el discernimiento. A diferencia de muchas materias del sistema educativo actual, que se enfocan principalmente en memorizar datos para ser reproducidos sin un verdadero análisis, la educación financiera obliga a los estudiantes a tomar decisiones informadas basadas en el análisis y la reflexión. Los jóvenes deben evaluar distintas opciones, considerar las consecuencias a corto, mediano y largo plazo, y tomar decisiones en un contexto de incertidumbre.
Este tipo de aprendizaje no se trata de memorizar conceptos, sino de aprender a pensar, analizar y tomar decisiones, lo cual es una habilidad valiosa tanto para la vida personal como profesional. En contraste con el modelo educativo tradicional, que muchas veces fomenta la memorización de datos que se olvidan a mediano plazo, la educación financiera promueve el aprendizaje significativo y duradero, con un enfoque práctico y aplicable a la vida real.
La falta de educación financiera también tiene un impacto en el bienestar general de la población. El estrés económico es una de las principales fuentes de angustia para millones de mexicanos, y esta preocupación constante por el dinero puede desencadenar problemas de salud mental y física.
Además, es importante destacar cómo una educación financiera adecuada puede ser un instrumento de empoderamiento, especialmente para las mujeres. Muchas mujeres en situaciones de violencia doméstica permanecen con sus agresores por no tener independencia económica. Brindarles las herramientas necesarias para administrar su dinero y tomar decisiones financieras puede ayudar a romper estos ciclos de violencia y dependencia, ofreciendo una vía para que estas mujeres recuperen el control sobre sus vidas.
Además, el ejemplo de otros países que han implementado la educación financiera obligatoria en sus sistemas educativos nos demuestra que esta medida trae consigo beneficios tangibles. Países como Austria, Dinamarca y Finlandia ya han integrado la educación financiera en sus escuelas con resultados sumamente positivos. En estos países, los ciudadanos disfrutan de una mayor estabilidad económica, una mejor toma de decisiones en cuanto al manejo del dinero y, en consecuencia, gozan de una calidad de vida superior. México tiene la oportunidad de seguir este ejemplo y alinear su sistema educativo con las mejores prácticas globales para garantizar un futuro más próspero para sus ciudadanos.
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