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Del trabajo a la casa, y viceversa: sobre la plenitud del día a día

Foto: Pexels

Sobre nuestra libertad en la toma de decisiones dentro del trabajo y cómo esto nos define como seres humanos. 

Todas las mañanas en nuestra preparación para el trabajo cotidiano tomamos decisiones que dicen más sobre nosotros mismos de lo pudiéramos pensar. Preguntamos sobre la mejor ruta para ir a trabajar, sobre qué desayunar, o cual es el orden de actividades a seguir durante la jornada. En todas las deliberaciones que tomamos nuestra identidad se manifiesta. De alguna forma u otra somos nuestras elecciones, esas elecciones determinan nuestra personalidad.

Según un estudio, divulgado por un medio de comunicación, el 75 % de los mexicanos presenta estrés laboral, debido principalmente a la extensión de las jornadas laborales, el ambiente laboral, la excesiva responsabilidad, entre otros. Esto, según el portal del IMSS sobre estrés, trae diversas consecuencias como el descenso en la calidad de vida, sentimiento de inseguridad, pérdida de la memoria, dolor de cabeza, por mencionar algunas consecuencias.

¿Llovió durante la noche?, ¿tengo gasolina?, ¿tengo cambio para el metro? Ojalá mi cliente esté satisfecho con mi trabajo, dicen algunas personas. Otras esperan que amanezca soleado para evitar mojarse en su trayecto en bicicleta, o para recolectar los frutos del campo. 

Bajo este escenario y con una serie de preguntas como las pasadas iniciamos un nuevo día. Los pensamientos que tenemos en esos primeros minutos del día son los que van configurando las acciones que tomaremos, y en esa medida, cimentamos nuestra identidad. 

Somos nuestras decisiones y las decisiones que tomamos son reflejo de la confianza, educación, experiencia, sueños, amores y desamores que hemos tenido durante la vida. 

De este modo, el mundo actual es la suma de pequeños esfuerzos cotidianos que van tejiendo lo que el día de hoy hemos heredado. Las personas que conformamos la sociedad contemporánea nos encontramos en situaciones de mucho agotamiento físico como mental, sobre todo en la sociedad mexicana. Según la OCDE, México es el país donde más horas se trabaja al año.  

Sin embargo, dentro de toda la serie de condiciones que desgastan la calidad de vida del mexicano existe un sentimiento que se alza sobre la adversidad y la dificultad. Un sentimiento que convierte la adversidad en reto y el cansancio en esperanza: la satisfacción de hacer un trabajo bien hecho.

El trabajo no se reduce al empleo. El trabajo, en cierto sentido, es toda aquella actividad que requiere un esfuerzo, ya sea de carácter físico, intelectual, artístico, o incluso emocional. 

Si bien es cierto que la dinámica actual tiene múltiples formas que pueden adentrarnos en una mentalidad de exigencia, y por lo tanto de agotamiento, existe una forma de lograr contrarrestar estos efectos negativos.

Carlos Llano, empresario y fundador de la Universidad Panamericana, en su texto “Análisis de la acción directiva” propone una serie de pasos para fomentar un sentimiento de plenitud dentro del día a día: 

  1. Reconocer el objetivo de nuestro trabajo: ¿Qué buscamos lograr con nuestro esfuerzo? Reconocer el objetivo nos permite innovar en otras formas de realizar nuestros propósitos. Esto incentiva la creatividad y cultiva nuestra personalidad.
  2. Identificar que nuestro trabajo tiene que ver con nosotros mismos: por ejemplo, un panadero que fermenta el pan según el nivel de humedad, la temperatura de la masa, el sabor de la mantequilla, entre muchas otras variables, es una persona que deposita su experiencia dentro de cada pieza de pan. Cada pieza de pan es expresión de la persona que lo elabora. 
  3. Realizar el trabajo, independientemente de las circunstancias que nos han llevado a él, por el trabajo mismo: si hacemos nuestra labor pensando sólo en la recompensa, o el salario, entonces olvidamos que somos constructores de la sociedad.

Nuestro trabajo constituye no sólo el lugar donde habitamos, también modela y construye las relaciones interpersonales de nuestra sociedad. Expresamos lo que somos a través de las cosas que hacemos, en este sentido, ¿En qué mundo queremos vivir? ¿Este es el mundo que merecemos? 

Un mundo mejor, donde la plenitud sea común, es posible en la medida en que seamos conscientes de que nuestro esfuerzo expresa nuestra personalidad. El mundo se construye por las personas valientes, porque la valentía se muestra en las personas que día a día salen a trabajar. 

Jesús Enrique Bernal Jiménez

 

 

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