Asia es un epicentro de dinamismo y complejidad, con potencias tradicionales, emergentes y en ascenso que moldean el equilibrio global y la seguridad. Factores como disputas territoriales, rivalidades estratégicas y desafíos transnacionales como la proliferación nuclear influyen en estas dinámicas (Nishigaki & Sleboda, 2020). África enfrenta desafíos relacionados con la gobernanza y el desarrollo socioeconómico, mientras que su historia de tensiones étnicas y coloniales afecta su estabilidad. El Medio Oriente sigue marcado por conflictos y tensiones religiosas (Cameron, 2019).
En Asia, el gasto militar es significativo, con países como India, Pakistán, Rusia, China, Japón y Corea del Norte, que ha desarrollado un programa nuclear desde los setenta. Pese a los intentos de desnuclearización, las pruebas nucleares continúan, generando tensiones (León-Manríquez, Tzili-Apango & Cárdenas-Barajas, 2020).
También lee: ¿Qué pasa entre Israel e Irán? Tec de Monterrey lo explica
Además, China ha emergido como un actor clave en Asia, usando su poder económico y diplomático, como en la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Su influencia en Afganistán y Pakistán ha sido estratégica para evitar la expansión del extremismo. África, por otro lado, enfrenta problemas estructurales derivados de su historia colonial, que limitan su capacidad de desarrollo y estabilidad (Cameron, 2019).
En Medio Oriente, los complejos de seguridad regionales destacan: el conflicto entre Israel y Palestina, la rivalidad entre Irán, Irak y los Estados Árabes del Golfo, y las tensiones en el Norte de África. Los vínculos religiosos y étnicos han sido instrumentalizados políticamente para justificar políticas internas y externas (Tawil, 2020).
Una similitud entre Asia, África y Medio Oriente es la presencia de regímenes autoritarios, inestabilidad institucional, y problemas geopolíticos que afectan la seguridad internacional. En Asia, el Mar del Sur de China es un foco de tensión debido a las disputas territoriales (León-Manríquez, Tzili-Apango & Cárdenas-Barajas, 2020).
El conflicto entre India y Pakistán, similar al de Israel y Palestina, tiene raíces religiosas y está marcado por el armamentismo nuclear (León-Manríquez, Tzili-Apango & Cárdenas-Barajas, 2020).
En África, movimientos religiosos armados como Al-Qaeda del Magreb Islámico y Boko Haram son una fuente creciente de inseguridad, exacerbando problemas de pobreza y marginación (Varela, 2020). La proliferación de conflictos y la intervención de actores transnacionales han impedido reformas democráticas y estabilidad en la región (Cameron, 2019).
En Medio Oriente, los conflictos han provocado crisis alimentarias, migratorias y de desplazamiento forzado, lo que ha impedido la estabilización de la región (Tawil, 2020). Esta problemática se repite en Asia y África, donde los conflictos internos frenan el desarrollo de instituciones y fomentan regímenes autoritarios.
A pesar de las diferencias entre Asia, África y Medio Oriente, estas regiones enfrentan desafíos comunes como el autoritarismo, la inestabilidad institucional, crisis humanitarias y la presencia de movimientos religiosos armados, lo que impacta la seguridad internacional.
La explotación y exclusión por parte de las potencias occidentales, como el colonialismo en África y Medio Oriente, han causado saqueo de recursos y generado crisis sociales, económicas y políticas que perduran hasta hoy. Ignorar esta diversidad puede llevar a políticas unilaterales que no reflejan las necesidades de todas las partes involucradas.
En el siglo XXI, es esencial un enfoque que aborde las desigualdades estructurales a nivel global, ya que las disparidades en el acceso a recursos y derechos entre el Norte y el Sur son fuentes de tensiones que requieren soluciones integrales y equitativas.