En México, la educación superior sigue enfrentando un problema: la deserción escolar. Según datos del Inegi, esta tiene un porcentaje de 6% en el ciclo escolar 2022-2023, contra el 8.1% en el anterior. ¿Qué se puede hacer al respecto?
¿Una solución es la educación basada en competencias (CBE, por sus siglas en inglés)? Este modelo se concentra en lo que realmente se necesita en el ámbito laboral y crea experiencias de aprendizaje relevantes para el mercado.
El esquema está en sincronía con el constante cambio del mundo del trabajo, que exige el desarrollo de habilidades y conocimientos específicos, mismos que a veces evolucionan más rápido que los programas de estudio.
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Cristi Ford, vicepresidenta de Asuntos Académicos de D2L y experta en la implementación de CBE, conversó con Generación Universitaria sobre la necesidad de transformar el panorama educativo. “Como maestra y educadora, he dedicado mi carrera a ayudar a miles de instituciones e individuos a aprender. Cuando descubrí el CBE, me fascinó”, expresó la doctora, quien actúa como intermediaria entre docentes y líderes de instituciones.
Ford refirió que este presenta cuatro características fundamentales: hace la educación más accesible, personalizada, atractiva y relevante. “Muchas instituciones aún no comprenden qué es CBE. Lo esencial de este modelo es que se centra en los estudiantes y las habilidades y competencias que desean desarrollar. Así como no todos los bebés aprenden a caminar a la misma edad, los estudiantes tienen diferentes capacidades”.
¿De dónde surgió la idea de que el aprendizaje debe ser uniforme y simultáneo? ¿Por qué asumimos que los estudiantes deben aprender durante 40 horas a la semana?, se preguntó Ford.
La también doctora añadió que la evaluación del aprendizaje también debe diferir de los métodos tradicionales. “No se puede esperar que todos los estudiantes estén sentados en un aula o en línea respondiendo el mismo cuestionario al mismo tiempo. Es necesario permitir la variabilidad”.
De la teoría a la práctica
Aunque la variabilidad educativa suena viable, su implementación práctica es desafiante. “En el modelo tradicional, en el que se espera que todos estén en sus asientos y miren al frente, parece que se gestiona más el comportamiento en el aula que el aprendizaje. Pero si usamos tecnología, dos alumnos pueden estar sentados uno al lado del otro y trabajar a su propio ritmo, con materiales de diferentes niveles que se despliegan a distintos ritmos para cada uno. En las pausas, el profesor puede conversar sobre algún tema”.
En resumen, para Ford, se trata de romper el esquema tradicional de enseñanza. A su parecer, el modelo educativo, durante mucho tiempo, se centró en distinguir entre el profesor y el alumno, lo que “o b l i g a b a” a este a escucharlo. Sin embargo, con la aparición de internet y las redes sociales, el aprendizaje y la enseñanza se han transformado de manera significativa.
Según la experta, el cambio de modelo involucra a los maestros, a las escuelas y, en casos más drásticos, a los gobiernos que las regulan. En este sentido, Ford explicó que existen diferentes versiones de CBE, y algunas permiten a las instituciones cumplir con las exigencias de los sistemas tradicionales.
“Existen más de 25 modalidades. Las más radicales son aquellas que están rompiendo todas las estructuras; otras, en tanto, solo se implementan en evaluaciones o proyectos”.
Parte de la experiencia de Ford en plantar el modelo consiste en dialogar con instituciones y con entidades gubernamentales municipales y estatales, puntualizando la importancia de transformar los modelos educativos.
Lo más relevante es que los organismos involucrados en el proceso comprendan cuál es la versión de CBE más óptima, según sus necesidades, y cuáles son sus implicaciones.
“Por ejemplo, en Estados Unidos, la Western Governors University implementó una versión radical, por lo que tuvieron que acudir al Departamento de Educación de Estados Unidos para obtener un permiso especial, y así concentrarse en la competencia de los estudiantes. Hoy, es una institución líder en cuanto a modificar los esquemas”.
¿Cómo se pueden transdormar las escuelas mexicanas?
La doctora explicó que lo primero que debe hacerse es definir la aproximación que se desea adoptar. La transformación puede ser parcial o completa.
Si es completa, es imprescindible trabajar con funcionarios de la ciudad para diseñar un programa piloto, realizar pruebas y, posteriormente, reformular el curso.
“Se necesita trabajar con la institución para determinar cuál es el acercamiento correcto, enseñar a la facultad a implementar el modelo. Se debe ayudar a comprender que las evaluaciones no serán las tradicionales”, explicó.
El objetivo es que el aprendizaje personalizado brinde a los diferentes estudiantes las habilidades y la confianza necesarias para acceder a oportunidades laborales, tanto técnicas como profesionales, indicó Ford.
“El modelo de CBE llega al corazón de cómo aprendemos intuitivamente y de lo que nos dicen las ciencias del aprendizaje sobre cómo hacer más efectiva la educación. Permite que los estudiantes encuentren su camino, su mejor potencial, a su propio ritmo”, concluyó la experta.