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    Categorías: Opinión

Universidades, formadoras de pensamiento crítico

Foto: Unsplash

La imponente tecnología de hoy de nada serviría si sus usuarios no la soportan con un pensamiento crítico claro y bien desarrollado.

Salvador Segura, catedrático de Universidad Panamericana y líder global de Experiencia para los Empleados de IBM, nos trajo a colación un caso muy curioso que vale la pena relatar como ejemplo.

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Autoridades del aeropuerto de Fráncfort, el más grande de Alemania y el tercero de Europa, notaron que las personas, principalmente adultos mayores, preguntaban con frecuencia “¿dónde están los sanitarios?”.

Para una terminal de clase mundial la solución fue simple: mejorar la señalética.

Pero el problema no sólo continuó, sino que los baños se saturaban de gente. El remedio fue más drástico: construir más baños.

El asunto fue que tampoco se resolvió el problema.

Solo hasta que se contrató a una consultora especializada, que hizo un estudio basado en el usuario, que empleó todas las herramientas disponibles de análisis de contexto y de investigación, casi a nivel antropológico, se logró dar con la causa original: los baños eran los único lugares en toda la terminal donde se oía claramente el anuncio de salida de los vuelos.

“Si antes de saltar a resolver un problema, lo entendemos, nos va ayudar más. Se puede requerir tecnología, como puede ser inteligencia artificial y mucha data, pero también pensamiento crítico”, explica mi querido amigo Salvador, que casualmente también hizo un posgrado en la Kellogg School of Management de la Universidad de Northwestern, en Estados Unidos.

La formación de pensamiento crítico es una de las tareas que nos hemos atribuido las universidades, y en la que nos hemos concentrado.

Tenemos claro que ya no somos el lugar donde los estudiantes van a hallar todo el conocimiento y la información, sino el lugar donde van a aprender a crearlo y a emplearlo.

Cuando se propone amplificar las capacidades humanas a través de la tecnología, nunca se sugiere sustituir al ser humano, sino ayudarle a ser más eficiente y al mismo tiempo llevar una vida más cordial con su existencia.

Todo este desarrollo, como la inteligencia artificial, la big data, se convierte en un “compañero” que nos va guiando y facilitando las tareas, pero las decisiones las toman las personas a través de su pensamiento crítico, nos dice Salvador.

La tecnología va a sustituir aquellas tareas repetitivas, pero la gente se debe mover a actividades que ofrecen mayor valor agregado, como la innovación, la creación o decisiones de alta responsabilidad.

Un gran error es creer que estos avances por sí sólos van a generar el cambio. Los agentes de cambio son las personas que hacen uso de su pensamiento para mejorar el mundo; que ponen manos a la obra para que suceda, y no sólo los que utilizan las herramientas de manera repetitiva.

En realidad las transformaciones en las organizaciones dependen en un 70% del factor humano y el resto, de la tecnología.

Salvador, experto en la administración de este tipo de procesos, explica que los cambios son producto de una genuina comunicación, en la que se les explica a los involucrados por qué, para qué y cuándo se están tomando las acciones.

Sin la participación de la gente, por mayores adelantos tecnológicos, no es posible la transformación.

Nuestra labor, y es en la que estamos comprometidos en Universidad Insurgentes, es usar los mejores métodos educativos para que los alumnos formen un pensamiento crítico, entiendan la tecnología y la utilicen.

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Ricardo Phillips: Operating Partner Linzor Capital & CEO de Universidad Insurgentes

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