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    Categorías: Opinión

Sobre la relación filosofía y psicoanálisis

Foto: Unsplash

En estas líneas deseo presentar algunas reflexiones en torno a un libro que recientemente ha publicado la Universidad Pontificia de México. Se trata de un libro sobre la relación que se da entre la filosofía y el psicoanálisis. Surge de la conciencia de que el trabajo filosófico tiene que tomar en cuenta las aportaciones de esta disciplina psicológica. Lo he escrito en coautoría con el Dr. Ricardo Blanco Beledo.

Además, deseo que la presentación de este libro sirva al mismo tiempo de homenaje a mi amigo Ricardo Blanco, fallecido en mayo de este año. Este libro que escribimos entre los dos trata de conjuntar la filosofía y el psicoanálisis, a través de la hermenéutica. En efecto, como lo sostenemos allí, se trata de un oficio en el que se ocupa mucho la interpretación. Y la hermenéutica es, precisamente, la rama de la filosofía que enseña a interpretar. Y en el psicoanálisis el trabajo principal es el de la interpretación.

También se usa mucho la interpretación en filosofía. Por eso la hermenéutica ha tenido un lugar fuerte en nuestros días. Se ha dado un giro hermenéutico, pero principalmente en la posmodernidad; sólo que ahí ha sido muy relativista, lo cual nos mueve a buscar un equilibrio proporcional. Se necesita una hermenéutica diferente, moderada.

Debido a ello, en el libro del que hablo, Ricardo Blanco y yo proponemos un instrumento conceptual determinado, que es la hermenéutica analógica. Hermenéutica, porque analizamos el proceso de interpretar, y analógica, porque supera los extremos de la univocidad y la equivocidad. La interpretación unívoca pocas veces es alcanzable, casi nunca; es demasiado pretenciosa. Y la interpretación equívoca no sirve, es sumamente arbitraria. En cambio, una interpretación analógica puede recoger aspectos de otras interpretaciones, y armonizarlas, para obtener un significado más rico.

Una hermenéutica unívoca pretende interpretaciones completamente exactas, lo cual es muy difícil de alcanzar, pocas veces se logra. Para ella, sólo una interpretación es válida. Una hermenéutica equívoca tiene interpretaciones ambiguas, que casi no sirven. Admite prácticamente todas las interpretaciones como válidas. A diferencia de ellas, una hermenéutica analógica no pretende la exactitud de la unívoca, pero tampoco se derrumba en la inexactitud de la equívoca. Se propone lo que es humanamente alcanzable, una medianía o término medio prudencial.

Esto es lo que hemos ofrecido Ricardo Blanco y yo al psicoanálisis en nuestro libro. Hacemos ver que esta disciplina terapéutica tiene que ver con la filosofía. Por ejemplo, con la antropología filosófica, ya que siempre hay una concepción del ser humano que subyace; y también con la ética, pues no podemos escapar de la responsabilidad moral que tiene toda acción humana racional y libre.

Como recordación de mi coautor, ahora trataré de esbozar algunos trazos del trabajo que realizamos él y yo. Ricardo Blanco era, a un tiempo, filósofo y psicólogo, especializado en psicoanálisis. Buen pensador y psicoterapeuta, hizo mucho bien durante toda su vida. Hablaré un poco de su biografía y de su bibliografía, aunque de modo incompleto, entresacando solamente lo que más me interesa.

Nos conocimos en la Universidad Iberoamericana (UIA) en 1982, y desde entonces llevamos una amistad muy cercana, de más de cuarenta años. Cuando la UIA se cambió a Santa Fe, él la dejó, pero se quedó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde nos seguíamos viendo, pues ambos éramos profesores allí. Y después fundamos el Seminario de Hermenéutica en dicha universidad nacional.

Ricardo Francisco Blanco Beledo nació en Minas, Uruguay, en 1945. Cursó el bachillerato en el Liceo “J.A. Lavalleja” de su ciudad natal entre 1964 y 1966. Posteriormente, ingresó al Instituto de Profesores ”Artigas” (IPA) en Montevideo, donde obtuvo el título de Profesor en Filosofía en 1972. También realizó estudios como pasante en Ciencias de la Educación en el mismo instituto.

En 1973, recibió una maestría equivalente en “Servicios Psicológicos” por parte del Departamento de Servicios Psicológicos del Consejo Nacional de Enseñanza Primaria y Normal de Montevideo.

Debido a la situación política en Uruguay, emigró a México en 1975. Aquí continuó su formación en la Universidad Iberoamericana (UIA). En esta institución, obtuvo la Licenciatura en Psicología con Mención Honorífica en 1983, la Maestría en Orientación y Desarrollo Humano, también con Mención Honorífica, en 1981, y el Doctorado en Orientación y Desarrollo Humano, igualmente con Mención Honorífica, en 1986.

Se especializó en psicoanálisis, al que veía al trasluz de su conocimiento filosófico. Desde que lo conocí fuimos amigos. Él enseñó psicología en la UIA y filosofía en la UNAM. En esta última trabajó en la Facultad de Filosofía y Letras y en el Instituto de Investigaciones Filológicas, donde yo fundé el Seminario de Hermenéutica, y él fue uno de sus pioneros y sus pilares.

Tanto en la UIA como en la UNAM, Blanco enseñó hermenéutica, y me apoyó mucho en la propuesta de una hermenéutica analógica. Es decir, una que está basada en el concepto de la analogía, y que evita los extremos del univocismo y el equivocismo. Pero siempre la pensamos como una hermenéutica fundamentada en una ontología, porque sin ella es solamente lingüística, no tiene sustento en la realidad. Asimismo, la vimos relacionada con la ética, porque así sucede con toda acción humana significativa.

Con Ricardo Blanco escribí algunos libros sobre filosofía y psicoanálisis. Él era psicoanalista de profesión, y gracias a él yo di un año clase en el Círculo Psicoanalítico de México, precisamente de hermenéutica (hermenéutica analógica aplicada a la psicoterapia). Era cuando fue director del Círculo José Perrés, pero yo había conocido ya al fundador de ese centro, Armando Suárez. Este último me había invitado a dar esa clase, pero murió, de infarto, muy pronto; de modo que yo me olvidé de eso. Pero Ricardo Blanco se lo comentó a Perrés, y por eso fui invitado a dar ese curso de hermenéutica. Solamente pude darlo un año, porque me cargué de compromisos de clases.

Los libros que escribí con Ricardo Blanco fueron los siguientes: sólo con él, Hermenéutica, psicoanálisis y literatura (México: UNAM, 1990), así como Facetas: psicoanálisis, psicología, filosofía y hermenéutica (México: Universidad Pontificia de México, 2024); con él y su esposa Ada Luz Sierra, Hermenéutica y analogía en psicoanálisis. Una aproximación psicológica (México: UNAM, 2011); y Temas de hermenéutica y psicoanálisis (México: Ed. Torres Asociados, 2015).

En el libro que nos acaba de publicar la Universidad Pontificia de México tratamos de aprovechar algunas ideas del psicoanálisis para la reflexión filosófica. Por ejemplo, no se puede ignorar la parte inconsciente del ser humano, que interviene en sus acciones; sin embargo, esto no anula la libertad. Asimismo, ya ha pasado el tiempo en el que esta corriente psicológica rechazaba totalmente la religión; hay muchos de sus practicantes que son creyentes. Por lo demás, en esa escuela se usa la interpretación, y la teoría especial que proponemos en estas obras: la hermenéutica analógica, ya ha sido aplicada en la terapia psicoanalítica, con bastante provecho.

Ricardo Blanco y yo hemos tenido la firme convicción de que la hermenéutica analógica sirve para el psicoanálisis. Simplemente porque Freud había sido muy analogista. Primero quiso ser univocista, es decir, positivista, como su maestro Brücke y su amigo Fliess, médicos los dos. Y los científicos de ese tiempo solían apegarse al positivismo. Pero Freud leyó a los románticos (Goethe y Schiller), que eran bastante equivocistas. Pues bien, juntando ambas fuerzas, llegó a ser analogista.

Además, la hermenéutica analógica se ajusta muy bien al psicoanálisis, porque Freud había pensado su propuesta como una disciplina de interpretación; y, además, le daba un carácter que superaba la univocidad, con su apertura, y la equivocidad, con su afán de cientificidad. Por lo tanto, proponía una especie de interpretación analógica: tenía la apertura de la equivocidad, pero con la seriedad de la univocidad. Ésa es la analogía.

También Blanco realizó extensa labor en pro de la hermenéutica analógica. Puedo destacar estos ocho libros de los que él fue el coordinador: Contextos de la hermenéutica analógica (México: Ed. Torres Asociados, 2006); Hermenéutica analógica, comunicación y multicultura (México: Ed. Torres Asociados, 2007); Hermenéutica analógica, filosofía, psicología y pedagogía (México: Ed. Torres Asociados, 2007); Hermenéutica analógica y cultura contemporánea (México: Ed. Torres Asociados, 2009); Hermenéutica analógica y crítica filosófica (México: Ed. Torres Asociados, 2009); Praxis de la hermenéutica analógica (México: Ed. Torres Asociados, 2010); El modelo de la analogía y algunas disciplinas científicas (México: Ed. Torres Asociados, 2010); Hermenéutica docens, hermenéutica utens (México: UNAM, 2011). En ellos se colectaron muchos ensayos sobre ese instrumento interpretativo.

Esto fue producto del trabajo que realizó de 2006 a 2011, durante su estancia en el Seminario de Hermenéutica que fundamos en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, del que se retiró por jubilación. Fue un excelente guía de los que nos encontrábamos allí en esa etapa. Teníamos con él diálogos sobre hermenéutica y sobre psicoanálisis. Todo eso fomentó nuestra creatividad para la investigación.

Ricardo Blanco siempre apoyó la hermenéutica analógica, que lancé en 1993 y que lleva más de treinta años cultivándose y desarrollándose. Él la aplicó, sobre todo, al psicoanálisis, terreno en el que otros más encontraron útil esa herramienta conceptual. Pero también ayudó a organizar mesas redondas y coloquios acerca de ella.

Ya desde sus tesis o disertaciones profesionales, de maestría en desarrollo humano y de doctorado en psicología, estableció la pertinencia de la hermenéutica para el psicoanálisis y la psicoterapia. En esas prácticas se interpreta, y es la interpretación la que interviene para modificar conductas y para lograr el cambio curativo. Fue, por lo tanto, uno de los próceres de la hermenéutica en nuestros medios. Después insistió, apoyándome a mí, en que la hermenéutica analógica era apropiada para el psicoanálisis, por su esencia misma.

Ricardo Blanco trabajó también en la pedagogía, concretamente en el departamento de didáctica (DIDAC), de la Universidad Iberoamericana. Resultado de sus investigaciones fue el libro Docencia universitaria y desarrollo humano (México: Alhambra Mexicana, – UIA, 1982). Tanto para la terapia como para la pedagogía utilizaba el método Focusing de Eugene Gendlin. Mantuvo correspondencia con este psicólogo, y obtuvo felicitaciones de éste.

Todo fue confluyendo hacia la aplicación de la hermenéutica analógica a la psicoterapia. Yo había lanzado esa propuesta filosófica de la hermenéutica analógica después de múltiples diálogos con él. Siempre me apoyó en la creación y desarrollo de esa pieza de filosofía mexicana. Es una muestra de que la filosofía necesita del diálogo, que es en la conversación amistosa en la que surge la creatividad filosófica.

Ahora la hermenéutica analógica es todo un movimiento. Ha sido reconocido como mexicano por el historiador de la filosofía en México Guillermo Hurtado; ha sido reconocido como latinoamericano por los latinoamericanistas Mario Magallón y Juan De Dios Escalante; y el eminente hermeneuta canadiense Jean Grondin ha dicho que es mundial.

En todos esos afanes y trabajos, proyectos y logros, Ricardo Blanco y yo fuimos compañeros, colegas y amigos. Muchas veces tuvimos que afrontar oposiciones a nuestras ideas, pero las superamos con ánimo y decisión. Siempre fue solidario conmigo. Por eso quiero rendirle este homenaje, de una manera muy sentida y cordial. Fue un gran académico y psicoterapeuta, pero, sobre todo, un excelente amigo.

Comentarios
Mauricio Beuchot:

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