Rezago educativo, por la incapacidad de ser felices
Opinión de Ricardo Phillips, Operating Partner Linzor Capital & CEO de Universidad Insurgentes
Foto: PexelsLa incapacidad de procurarnos bienestar y ser felices es una de las principales causas del rezago educativo acumulado en México durante la pandemia.
Se trata de un asunto serio. Los mexicanos han manejado tan mal sus emociones durante el confinamiento, que la incidencia de depresión se multiplicó por 9 y los casos de ansiedad, por tres, según cifras de la OCDE al 2021.
Así, México ocupó el primer lugar en esa organización por la incidencia de ansiedad (50%) en la fuerza laboral y el tercero por depresión (27%).
Todo ello se refleja en los menores de edad, quienes enfrentan los mismos problemas de los adultos. La falta de motivación e irritabilidad, ha afectado su desempeño académico y deportivo, según reportes de especialistas médicos.
Los que nos dedicamos a la educación lo estamos confirmando con el regreso a clases presenciales. Hemos encontrado alumnos, desde kinder, hasta la universidad, que no cuentan con las competencias y conocimientos acordes a los estándares de su edad y nivel académico. Aunque entendible, lamentable.
La pandemia nos hizo descubrir las maravillas de las tecnologías para trabajar y educarnos a distancia, pero la realidad nos dice que el aprovechamiento no fue suficiente. No lo hicimos bien como sociedad.
Hace unos días Rosalinda Ballesteros me recordó la importancia que tiene la felicidad en el proceso de aprendizaje. Rosalinda es directora del Instituto de Ciencias del Bienestar y la Felicidad de la Universidad Tecmilenio, la gurú mexicana en temas de bienestar y liderazgo positivo.
¿Por qué no aprovechamos la tecnología educativa desplegada en el aislamiento?: por la monotonía, la infelicidad y la incertidumbre que vivimos durante la tragedia.
“Parecía que vivíamos el mismo día todos los días, por semanas y semanas… y el aprovechamiento, cuando estoy aburrido, es mucho menor”, me dijo.
Con mis palabras, diría que no sabemos gestionar nuestras emociones porque simplemente nadie nos entrena en ello. Estamos acostumbrados a enseñar y a aprender conocimiento duro, entender y analizar información, pero no a conocernos y aceptarnos a nosotros mismos para sacar el mejor provecho a lo que la vida nos pone en frente.
Rosalinda me lo mostró con una imagen muy elocuente.
Si a un niño que por naturaleza enfrenta sus alegrías y dificultades con sentido del humor, en la escuela y en su casa le decimos: “Ya no te hagas la chistosita o chistosito”, cuando es la fortaleza que le ayuda a aprender o a enfrentar situaciones de crisis.
Cuando esa misma persona, ahora joven, llega a la universidad, ya no sabe usar su virtud, trabaja con fortalezas que no le permiten su mejor desempeño.
Si dejáramos que cada cual usara las habilidades que domina, el aprendizaje sería más eficiente. Pero la currícula educativa no incluye estas materias. Hay alegres excepciones.
En la Universidad Insurgentes tenemos tiempo trabajando en ello. Estamos buscando hacernos de mejores herramientas cada día, pero debería ser un esfuerzo de todo el país.
La felicidad, defiende Rosalinda, y la respaldo totalmente, nos permite aprender mejor y más rápido; la monotonía, la incertidumbre, el miedo, lo dificultan.
Rosalinda me dejó todavía más convencido de sacrificar un poco de conocimiento rígido y sustituirlo con materias que les quite a los chavos y chavas la incapacidad para provocar esas ganas de ser felices; de lo contrario, no habrá mejora educativa, ni conocimiento que perdure.
Para conocer más sobre el tema los invito a enlazarse a mi perfil en LinkedIn o la ADN UIN Universidad Insurgentes.
* Director General de la Universidad Insurgentes y socio operador en Educación para el Fondo de Capital Linzor Capital. Cuenta con amplia experiencia en el campo de la Educación Superior.
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