Si has usado siempre lentes morados, seguro que eres una persona que tiene una visión del mundo que oscila entre ese espectro infinito que se mueve entre el rojo y el azul.
Pero si te quitaras las gafas descubrirías –no sin asombro– que el resto de la gama de colores que ilumina el mundo es más amplia y por igual de bella… o más.
Esta metáfora trata de enseñarnos que todas las personas tenemos prejuicios, nuestra propia forma de ver el mundo, de acuerdo con nuestras circunstancias de vida.
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El problema no es que tengamos gafas moradas, sino que muy pocos estemos dispuestos a quitarnos los lentes y analizar los límites de nuestra visión y así evitar cualquier tipo de discriminación.
Sucede que cuando ocupamos una posición de poder, en un gobierno, en la familia o en un grupo escolar o de barrio, queremos imponer la visión morada que tenemos.
“Es cuando generamos discriminación y hasta violencia”, nos dice Verónica Escalante, doctora en Antropología, directora de la Fundación Share en México y aliada de Universidad Insurgentes (UIN).
Es lo que sucede en los casos extremos de las guerras, nos negamos a ver cómo mira el otro, y hacemos que predomine una narrativa totalizante, explica.
La doctora Verónica y la Fundación Share se dedican precisamente a realizar intervenciones en distintos grupos bajo ambientes controlados para resolver conflictos. Le llama metodología de acercamientos horizontales que retoma principios de mediación narrativa, Antropología interpretativa y teoría del contacto.
Recién entrevisté a la doctora, que nos está ayudando en este esfuerzo interminable de erradicar todo tipo de discriminación y violencia, lo cual resultó muy aleccionador para todos.
La metodología que aplica Share nació en una zona de guerra y funcionó; y si funciona para esos casos, es muy probable que en otros ambientes también sirva, confía la filósofa y antropóloga.
No puedo dejar de utilizar una historia que me contó de su experiencia profesional.
Verónica acudió a Indonesia a tratar de ayudar en los conflictos políticos religiosos que dejó la guerra en aquel país.
Dos gemelas cristianas habían perdido a su madre a manos de musulmanes. Una de ellas había sido testigo del crimen.
Pese a que fueron acogidas en un refugio donde eran educadas y recibían su doctrina y servicios religiosos cristianos, donde se enseña amar incluso a los enemigos, para esas dos pequeñas los musulmanes eran personas malas; gente de la cual sólo deseaban vengarse.
Fue hasta la secundaria y con el apoyo de este tipo de intervenciones que se logró un avance.
Cuando convivieron con otras niñas musulmanes y descubrieron que los cristianos también habían cometido las mismas felonías, su visión fue cambiando, al tiempo que descubrieron que en esas comunidades de otra religión también podían encontrar amigas.
Se dieron cuenta que traían puesto algún color de lentes, pero que podían desprenderse de ellos.
Convivir horizontalmente con otro tipo de personas nos ayuda, no sólo a comprender al otro, sino a descubrir lo estrecha que es nuestra mirada.
La doctora Escalante me dejó grandes lecciones que debemos considerar para vivir mejor.
La inclusión la debemos trabajar en dos campos, pero no aisladamente.
Por un lado, está la verdad de considerarnos todos como seres humanos y por lo tanto iguales. Pero está también la otra realidad, todos somos hermosamente singulares. Parecen dos opuestos.
Dice la doctora que “la inclusión ocurre en el punto medio entre esas dos verdades: cuando reconozco que cada persona es un mundo; que cada una tiene experiencias singulares y es especialista de su propia vida, entonces tengo algo que aprender de ellas; y porque tenemos una humanidad común, nos podemos entender incluso cuando nuestras experiencias son distintas”.
Con personas como Verónica Escalante, con organizaciones como Share, nos da mucho orgullo colaborar en la Universidad Insurgentes; porque estamos comprometidos en el esfuerzo de quitarnos estas gafas de visión morada.