Desarrollar emprendimientos sociales suena fácil, pero es algo más complejo que poner a la gente a producir.
Significa arrancar proyectos que solucionen de manera sistémica alguna problemática de una población o comunidad y asegurar que no se vuelva a repetir.
Todo un reto, pero es algo en lo que nos estamos involucrando con un gran entusiasmo en Universidad Insurgentes, al punto que Emprendimiento e Innovación Social es el tercer eje de nuestra iniciativa ADN UIN 2030, un compromiso acorde con los Objetivos de Desarrollo Sustentable de la ONU. Los otros dos ejes son Equidad de Género y Cuidado del Medio Ambiente.
Pero lo que me queda claro es que en esto del emprendimiento y la innovación social, lo que debe estar al centro es la persona.
David Mayoral, líder de Juventudes y Educación Transformadora en Ashoka México, nos ayuda aclarar este tema con dos ejemplos:
“Si yo hiciera mochilas a base de desecho orgánico, mis mochilas pueden ser (un negocio) sostenible, pero no necesariamente resuelve una problemática social”, nos dijo en una charla que sostuvimos hace unas semanas.
En cambio, Fabián, un joven regiomontano, creó una plataforma para que migrantes que viven en el llamado Polígono Edison de Monterrey, Nuevo León, comercializaran productos con el fin de integrar a la comunidad a esos extranjeros en desventaja, pues estaban siendo marginados.
Eso sí es un emprendimiento social. Tiene como distintivo que su principal objetivo no es generar capital, sino resolver una problemática socioambiental, en este caso, la falta de integración de una comunidad.
Las personas líderes que se lanzan a realizar esos cambios en la sociedad les llamamos agentes de cambio y Ashoka tiene detectadas y estudiadas cuatro habilidades transformadoras que los distinguen, pero en las cuales también nos podemos capacitar: empatía cognitiva, trabajo colaborativo, liderazgo compartido y creatividad para resolver problemas.
La empatía cognitiva significa entender los sentimientos, conocimientos y necesidades del otro o los otros para generar ideas innovadoras que puedan ayudar a una comunidad.
El trabajo colaborativo es indispensable para desarrollar esas soluciones. Es una habilidad compleja que no sólo requiere saber laborar en equipo, sino lograr la colaboración entre equipos o sistemas sociales en donde participan todo tipo de organizaciones.
El liderazgo compartido es lo que nos permite que muchas personas abanderen la tarea transformadora que nos hemos propuesto, con una visión común en los distintos campos en que cada quien trabaja.
La creatividad para resolver problemas es prácticamente un resultado de las tres habilidades anteriores. Es la forma como operamos esa idea llena de muy buenas intenciones.
Un enfoque de Ashoka que estamos deseosos de que nuestros alumnos lo conozcan y lo pongan en práctica.
Precisamente, el pasado 10 de julio, en Universidad Insurgentes, ofrecimos juntos un curso a 100 de nuestros estudiantes y docentes de manera presencial y dos mil de forma virtual, con el fin de que conozcan cómo pueden realizar emprendimientos sociales y convertirse en agentes de cambio.
La gran mayoría de ellos quiere apoyar a las comunidades de donde provienen y creemos que las herramientas de Ashoka nos pueden ayudar. Los jóvenes UIN traen grandes ideas y compromiso.
Ashoka es una organización no gubernamental que desde hace 40 años habilita procesos para la innovación social en cualquier escala. Su trabajo es articular solucionadores de problemas, es decir, conecta gente que ya está resolviendo alguna dificultad social para que juntas generen ideas más grandes.
Una característica de esta ONG es que siempre está buscando jóvenes que quieren convertirse en agentes de cambio.
Este curso con Ashoka significa acercar a los estudiantes de Universidad Insurgentes a una red de 3 mil 700 emprendedores en 95 países.