La cada vez mayor presencia de mujeres en la academia, tanto en la comunidad estudiantil, como en los equipos docentes y de investigación, es una característica positiva para incidir en la construcción de mundos más justos e inclusivos.
No es suficiente con ser mujeres, sino que la aplicación de la perspectiva de género interseccional y los feminismos en la formación e investigación son imprescindibles para revelar realidades, necesidades, respuestas que no han sido reconocidas.
Esto es así por el significado de los tres conceptos enunciados. Empezando por los feminismos, sí, en plural porque hay posiciones múltiples, pero, en la base de todas está la idea, aparentemente simple, definida por la periodista Marie Shear en 1986: “El feminismo es la idea radical que las mujeres somos personas”.
El género es la asignación excluyente de roles, capacidades y tareas y, por ello, las mujeres hacemos usos de las ciudades y los tiempos diferentes del considerado universal y neutral, que es el masculino.
El género como metodología de estudio permite visibilizar, observar y medir las diferencias, hoy desigualdades, entre mujeres y hombres, lo que lo hace una herramienta imprescindible para comprender los contextos sociales, económicos, culturales, políticos y otro. Poder ver las diferencias permite enfocar investigaciones, políticas y proyectos para lograr una mayor igualdad.
Y, por otro lado, la interseccionalidad que consiste en reconocer que nuestras identidades son múltiples, que además del sexo y del género, nos atraviesan otras características que pueden ahondar en las desigualdades, como son clase, edad, capacidades, etnia, apariencia física, religión y otras.
En los campos arquitectura, urbanismo y diseño la incorporación de la perspectiva de género interseccional nos permite entender por qué las mujeres usamos las ciudades, los espacios y el tiempo, o los tiempos, en maneras diferentes a las que han dominado el hacer político y proyectual del medio construido.
Se trata de girar los valores y poner los cuidados de las vidas en el centro de los objetivos de las prácticas profesionales, y por lo tanto de la academia, empezando por las mismas formas de relacionarse y de enseñar.
Necesitamos una revisión de referentes para construir historias que incorporen voces y figuras borradas y, para ello, es imprescindible revisar los valores con los que construimos aquello que merece ser rescatado y recordado. Una revisión de la historia que nos enseña, por ejemplo, proyectos planteados desde otras sensibilidades, que hoy llamaríamos con perspectiva de género.
Son ejemplo de ello las acciones de las mujeres sufragistas, de la costa este de Estado Unidos de América, en las primeras décadas del siglo XX, que exigieron a sus gobernantes municipales el cuidado, el mantenimiento y la dotación para la infancia de espacios de juego y cuidados en los barrios obreros olvidados, mientras la ciudad central era embellecida con grandes parques y avenidas. Ellas le llamaron el cuidado domestico de la ciudad y llevaron la lógica de los cuidados a escala urbana. Estas mujeres promovieron una manera de hacer ciudad diferente desde la empatía y el reconocimiento del “otro”.
Por ello, para conseguir sociedades más igualitarias debemos afianzar la presencia de las mujeres como referentes, pasados y presentes, porque solo así construiremos un futuro mejor en el que nuestras jóvenes estudiantes puedan desempeñarse en igualdad de oportunidades y reconocimientos.