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    Categorías: Opinión

Los libros de texto y sus múltiples críticos

Foto: Twitter SEP

Al igual que millones de mexicanos, en las últimas semanas me he visto obligada a presenciar un muy desafortunado debate acerca de los nuevos libros de texto gratuitos. Lo califico de desafortunado no porque crea que es poco importante, sino porque la forma en la cual se está llevando a cabo es profundamente desesperanzadora. Sostengo lo anterior por las siguientes razones.

En primer lugar, la atención tanto de los medios como del grueso de la opinión pública se ha concentrado en “argumentos” —y es pura cortesía el calificarlos así— que buscan desatar pánicos morales de la peor calaña al afirmar que detrás de los nuevos libros de textos hay un proyecto ideológico que, para algunos, debe calificarse de marxista y, para otros, de ideología de género. Tanto en un caso como en otro, quienes han enarbolado estas críticas revelan un profundo desconocimiento ya sea del marxismo o de los estudios de género.

En este sentido, habrá que seguir enfatizando que la defensa de los derechos humanos, de la pluralidad y del derecho a la justicia —incluyendo la justicia económica— no es un acto ideológico. No estamos ante un capricho que emana de una suerte de falsa conciencia cuyo objetivo es destruir la identidad nacional o la familia. Por el contrario, estamos ante acciones que se basan en décadas de investigación en el tema de las desigualdades y que se encaminan a corregir una muy larga historia de exclusión y marginación. Si los libros de texto tienen fallas, sin duda que no son en este ámbito.

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Ahora bien, este énfasis en las aseveraciones más radicales y simplonas ha conducido a que se desatiendan posiciones críticas que provienen de posturas políticas y teóricas mucho más sofisticadas e informadas. Medios como Animal Político, así como organizaciones como la Sociedad Matemática Mexicana han realizado críticas puntuales que se basan en puntos concretos de los nuevos libros.

Estas críticas son radicalmente distintas a las anteriores pues están bien argumentadas, descansan en evidencias concretas y hacen señalamientos igualmente concretos que podrían subsanarse ya sea con correcciones o adecuaciones puntuales o con una discusión entre diversos expertos en pedagogía. Tristemente, estas posturas parecen haber sido dejadas de lado para así poner el foco en posiciones que trafican con el miedo y la desinformación. Esto, sin embargo, es muy desafortunado, pues nos impide mejorar los actuales libros de texto ya que se terminan por igualar, por un lado, errores u omisiones factuales que podrían remediarse con una simple fe de erratas con, por otro lado, cuestiones de índole política que obedecen más a las lógicas de la coyuntura electoral que se avecina que a cualquier interés real por producir un material didáctico robusto.

Finalmente, es importante señalar que la propia administración del presidente Andrés Manuel López Obrador ha manejado esta situación de una forma bastante lastimera. Esto es por demás claro si atendemos a la forma en la cual ha homogeneizado a los diversos críticos de los libros de texto poniendo en un mismo costal a la Sociedad Matemática Mexicana y al Frente Nacional por la Familia. Este punto en particular es bastante aciago y ha sido repetido por innumerables personas en sus redes sociales. Empero, equiparar a organizaciones laicas —incluso científicas— con grupos integristas es un ejemplo de un mal análisis político.

Sin embargo, esta homogeneización no resulta de un error de lectura por parte del gobierno, sino de un esfuerzo político por igual a sus críticos para así desacreditar y deslegitimar a aquellas voces que señalan errores e imperfecciones, pero desde una posición empíricamente documentada y seria. Ahora bien, no es la primera vez que esto ocurre en el sexenio pues ya hemos visto cómo se coloca en un mismo costal a los críticos que provienen de los sectores más rancios con aquellas otras voces que provienen de sectores de la sociedad civil con una fuerte tradición crítica y autónoma. Es así como el ambientalismo, los defensores de derechos humanos y hasta las feministas han terminado siendo igualadas con lo peor de las clases políticas y empresariales de nuestro país.

Empero, si bien esta estrategia puede ser redituable para el presidente, pues deslegitima posiciones críticas importantes sin siquiera tener que responderles, a la postre terminará por empobrecer la forma en la que deliberamos en la esfera pública. Peor aún, esta forma de conducirnos nos impide hacer señalamientos críticos enfocados en fortalecer aquellos elementos positivos que existen en el gobierno actual pues todo comentario de esta índole es inexorablemente igualado con la exaltación del conservadurismo más rancio.

En suma, es una pena que los actuales libros de texto se hayan vuelto un campo de batalla en el cual se busca imponerse a toda costa y sin matices. La mayor pérdida es para todas aquellas personas que aspiramos a un espacio público respetuoso, crítico y plural y en el que además sea posible hacer un señalamiento sin que éste se interprete como un acto de sabotaje. Igualar a quienes sostenemos estas posturas con actores políticos integristas que no desean un debate real, sino la eliminación de las diversidades que son parte de este país, es un error. En algún sentido, la posibilidad misma de llevar a cabo el proyecto educativo que actualmente enarbola la 4T pasa necesariamente por fortalecer su capacidad de volverse más auto-crítica y de reconocer que hay sectores que legítimamente tienen preocupaciones en ámbitos tales como la educación, la ciencia y el medioambiente. Será imposible elaborar un proyecto a la altura de nuestros desafíos si igualamos al fanatismo integrista con la crítica empírica y argumentativamente bien fundada.

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Siobhan F. Guerrero Mc Manus: Doctora Siobhan F. Guerrero Mc Manus. Investigadora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM

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