En este texto analizaremos cómo se dieron las condiciones para que hoy tengamos a la primera presidenta en México y explicaremos lo que representa este acontecimiento para nuestro país. En el año 2000, se experimentó por primera vez la alternancia en el poder a nivel presidencial, siendo este el primer gran hito de nuestra joven democracia. Ese año, Vicente Fox fue electo presidente compitiendo por la Alianza por el Cambio, integrada por el PAN y el PVEM.
En aquella elección no participaron candidatas. Había poca representación de las mujeres como secretarias en los gabinetes con Josefina Vázquez Mota en el gobierno de Vicente Fox, Rosario Green y Julia Carabias con Ernesto Zedillo. A nivel Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador ganó la jefatura de gobierno y nombró a Claudia Sheinbaum como secretaria de medio ambiente. El cincuenta por ciento de los cargos de su gabinete estuvieron ocupados por mujeres. Además, Amalia García y Dulce María Sauri asumieron los liderazgos del PRD y el PRI.
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Después de ese encargo, Claudia Sheinbaum sostuvo una carrera ascendente tanto partidista como electoral. Compitió en 2015 para ser jefa delegacional en Tlalpan, en 2018 para ser jefa de gobierno de la Ciudad de México y, finalmente, después de ganar el proceso interno de Morena, compitió como candidata presidencial para 2024, resultando ganadora.
Cabe destacar que, en esta última campaña presidencial, dos de las tres candidaturas fueron representadas por mujeres, siendo además las punteras. Pasaron 24 años desde aquel primer hito de nuestra democracia para que se diera este importante logro: tener dos candidatas presidenciales.
Para esta columna es importante resaltar que el principal logro como sociedad y como joven democracia radica en que de manera colectiva ya existe la posibilidad de que una mujer sea la ganadora de una elección presidencial. Hasta hace menos de una década, en México se decía que aún no estábamos preparados para tener una presidenta; no se veía como una posibilidad real en la política nacional.
Llegar a una elección en la que prácticamente era seguro que una mujer sería la ganadora no se dio de la noche a la mañana. En ciencias sociales sabemos que los cambios institucionales por lo regular no son abruptos, sino por etapas. La primera fue cuando en 1974 se aprobó el derecho de las mujeres a votar y ser votadas. No obstante, fue hasta 1982 cuando la primera candidata presidencial fue nominada, Rosario Ibarra de Piedra, y desde entonces únicamente siete más intentaron llegar al cargo además de Claudia Sheinbaum.
Cabe destacar que, previo a esta elección, ninguna candidata presidencial había pasado de ocupar el tercer lugar. Sin embargo, como lo han documentado diversas autoras, los mayores avances en la participación política de las mujeres en México se fueron dando gracias a las reglas de paridad impulsadas desde el poder legislativo. De una elección a otra empezamos a ver a más mujeres en las boletas y una competencia cada vez más real.
A partir del acontecimiento llamado Las Juanitas en 2009, en donde se presentaron renuncias en serie de candidatas ganadoras que fueron reemplazadas por suplentes varones, las leyes se fueron ajustando para evitar simulaciones en el cumplimiento de las cuotas de género que establecía la ley y lograr que la competencia fuera real y no simbólica.
La ley del 23 de mayo de 2014 promulgó medidas fundamentales como que las postulaciones de mujeres no se dieran en distritos con posibilidades históricas de derrotas y que las personas titulares y suplentes fueran del mismo sexo. Posteriormente, el 13 de abril del año 2020 se proclamó la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Se estipularon sanciones como suspensión de propaganda, multas, ofrecimiento de disculpas públicas, entre otras, ante la existencia de violencia ya fuera física, verbal o simbólica en las contiendas.
Con la proclamación de estas leyes, poco a poco se fueron logrando las condiciones para mejorar la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres para alcanzar puestos políticos (Camal-Chaluja, 2023). Tener a la primera presidenta mexicana es un hito histórico de la lucha que ha representado implementar estas leyes y hacer realidad lo que antes era solo una posibilidad.