Como nunca antes, la inteligencia artificial ha logrado instalarse en áreas de la sociedad que parecían lejanas o inalcanzables. Antes se encontraban al alcance del público general en forma de recursos que llegaban a ser banales, como recomendaciones de anuncios o de contenido, asistentes por medio de voz o programas de edición para medios digitales. Sin embargo, ahora que súbitamente han propuesto soluciones para áreas que antes sólo podían realizarse a mano humana, como profesionistas, ¿qué esperamos de la inteligencia artificial?
Para tareas aburridas, complicadas o tediosas que no desafían al potencial humano, lo cierto es que la IA resulta una excelente opción. Se acabó el tiempo de desaprovechar las cualidades humanas en tareas repetitivas y de producción en masa; trabajos diseñados para máquinas y no para seres con un potencial y creatividad inmensas, listos para volar. No obstante, la pérdida de empleos de aquellos trabajadores que solo podían apuntar a una ocupación de esta índole es el primer enemigo. ¿De verdad llegó la tecnología para reemplazarnos?
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Por otro lado, el segundo problema llega al darnos cuenta de que la IA también apunta a ocupar otros puestos que deberían ser exclusivos de la creatividad humana. Ilustración, animación, escritura, música… Las áreas creativas temen por las implicaciones de la inteligencia artificial en su campo de estudio y de trabajo. Los artistas observan a empresas reemplazar ilustradores por aplicaciones en línea, los escritores lentamente se ven desplazados por el ensayos y guiones fabricados en segundos… ¿Qué sigue? ¿Cómo subsistir?
Personalmente, creo que es cuestión de tiempo y una imperativa necesidad, el generar regulaciones para la IA. El súbito uso desmedido y descontrolado de recursos tecnológicos cuya ética queda en el limbo viene de la novedad, y como todo, del descubrimiento de herramientas cuyo límite, como sociedad y profesionales, todavía no logramos entender.
¿Cuántos trabajos podrá “quitar” la IA? ¿Qué tan ético es utilizar de referencia a millones de trabajos ajenos para hacer algo nuevo? ¿Es eso lo mismo que hace el humano? ¿Cuál es la diferencia de un algoritmo? Por otra parte, ¿cómo reaccionarán las empresas frente a la oportunidad de ahorrar recursos en lugar de emplear a profesionales de carne y hueso?
Aunque hay más preguntas que respuestas, mi más grande consejo es siempre apreciar el toque humano en una sociedad que cada vez se vuelve más automatizada. Los contenidos y productos, si no están pensados, hechos y amados por alguien con un sueño y pasión; resultan fríos y carentes de cariño. Además, falta todavía debatirnos las implicaciones del copyright y las referencias que toman estas herramientas para crear nuevos trabajos que, a ojos de algunos, son solo mezclas de palabras o de imágenes que previamente ya existían.
No es cerrar la puerta a la inteligencia artificial, por supuesto. Si no, utilizarla con sabiduría dónde, entendemos, es solo una herramienta y no el núcleo y alma de nuestro trabajo. Después de todo; si la tecnología lograra reemplazarnos por completo, ¿para qué estamos nosotros aquí?