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    Categorías: Opinión

La cultura y nuestras decisiones financieras

Foto: Pexels

Cuando estudiaba economía, hace ya muchos años, nos era difícil aterrizar conceptos como la racionalización y la optimización, en los cuales los individuos toman la mejor decisión con un presupuesto restringido ante necesidades ilimitadas.

A los economistas se nos enseña a pensar en costos de oportunidad, por ende, introdujimos en nuestra cabeza la palabra “hubiera”. Solemos también debatir las diferencias entre valor y precio, y esperamos que el mercado en algún momento se equilibre en un sistema que, en la actualidad, parece caótico.

En las ciencias sociales se ha tratado de estudiar este complejo proceso de decisión humana; quienes utilizamos modelos para aproximar problemáticas de este tipo acostumbramos a elaborar supuestos que, para un ingeniero, serían los pilares sobre los cuales edificar una obra.

Sin embargo, en la actualidad nuestros modelos distan mucho de ser fieles representantes de la realidad, y con ello surgen las siguientes interrogantes: ¿Por qué fallan nuestros modelos? ¿Qué no estamos considerando? Seguramente, hay varias respuestas a estas preguntas, pero ¿será acaso nuestra cultura?

Geert Hofstede, luego de evaluar muchos países, acuñó seis dimensiones culturales en una escala de 0 a 100. Estas dimensiones nos ayudan a entender cómo es que nos comportamos como sociedad en torno al poder, al individualismo, a la masculinidad, si tendemos a evitar la incertidumbre, si pensamos en largo plazo y si somos indulgentes o no.

En el ámbito internacional, la cultura mexicana es interesante, sin duda, por su riqueza; por ello resulta relevante ilustrar y pensar en algunos de sus impactos. Por ejemplo, con relación al concepto de evitar la incertidumbre, nos encontramos en un score de 82 puntos, lo que significa que nos sentimos ansiosos por el futuro. Esto provoca una sociedad con más estrés y ansiedad.

Por otro lado, lo que es diferente se percibe como peligroso y no provoca curiosidad; esto podría generar aversión al remordimiento o temor por las decisiones erróneas, lo que en las decisiones financieras se podría traducir en mantener, por ejemplo, portafolios conservadores —aun cuando estos estén perdiendo—, por temor a perder más, o no.

Cambiar de afore por el mismo temor, tener aversión a la pérdida o a una modificación del statu quo. Ciertamente, ello explicaría la falta de curiosidad en nuestra sociedad en cuanto a otro tipo de instrumentos de inversión y el abuso de instrumentos clásicos.

Con relación a la orientación de nuestro pensamiento a largo plazo, esta se define como la búsqueda de una recompensa futura por la perseverancia. En esta dimensión nos encontramos con una calificación baja (24), lo que significa que nuestros pensamientos están orientados al corto plazo y no tanto al largo plazo.

Esto probablemente afectará nuestra tasa de ahorro y en específico el ahorro para el retiro, ya que muchas veces el ahorro es consumo del día de mañana. También ello afectaría el tipo de inversiones y negocios que pensemos emprender, ya que podríamos crear la expectativa de recuperar la inversión de un negocio mucho antes de que este pueda generarla y desesperarnos en el camino de su éxito.

Con relación a la indulgencia, México tiene un score muy alto de 97. Esto tiene que ver con felicidad subjetiva, un concepto en el que la sociedad es más impulsiva y gusta de disfrutar de la vida, orientada más a la gratificación de los deseos humanos.

De acuerdo con el INEGI y la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF) 2021, tan solo el 22.5% de los mexicanos lleva un presupuesto o registro de ingresos y gastos. Quizá por eso es por lo que en el famoso “Buen Fin” exista la necesidad de comprar algo independientemente de donde provengan los recursos, en el cual “se tiene lo que se debe, aunque se deba lo que se tenga…”

La cultura en México es un factor interesante que podría estudiarse más a detalle, ya que, de acuerdo con la investigación de Hofstede, tenemos miedo a lo que no conocemos, tendemos a pensar en corto plazo y a ser impulsivos a la hora de decidir. En conclusión, la cultura y las emociones pueden llegar a afectar las decisiones financieras que tomamos en nuestro día a día.

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Fernando Mariné Osorio: Profesor e investigador de la Facultad de Ciencias Actuariales de la Universidad Anáhuac México

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