Opinión

La calidad de la formación para el trabajo en sectores vulnerables (I)

Cada día cobra mayor importancia la necesidad de proveer formación para el trabajo (FT) a diferentes grupos de población. En los últimos años ha habido un renovado interés en la educación técnica, de cara a la problemática educativa que se enfrenta en muchos países en el tema del desempleo y en la dificultad de acceso al mundo del trabajo de vastos sectores de la población, entre ellos quienes se sitúan prioritariamente en contextos de bajos ingresos.

No es nuevo el énfasis en la capacitación técnica y en la necesidad de atender los reclamos del desarrollo tecnológico. Sin embargo, este nuevo énfasis no siempre considera lo que implica llevar estas inquietudes al terreno de los contextos desfavorecidos: o no se hace, o se hace de una manera marginal que limita sus posibilidades. Ello lleva a que las poblaciones más aisladas y con menos recursos no reciban los apoyos que se manejan en otros niveles. Siempre hay pretextos cuando se busca llegar a los sectores de población más desfavorecidos.   

Conscientes de las dificultades que presenta acceder a estudios universitarios, amén de que no todos los y las jóvenes necesariamente desean proseguir en la educación superior, se ha volteado la mirada a la capacitación técnica como una vía que promete un mayor aterrizaje en diferentes escenarios del trabajo

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En el ámbito de la educación formal, la capacitación se ofrece desde el nivel de la secundaria, particularmente en las secundarias técnicas oficiales. La malla curricular en este nivel contempla actividades de capacitación sobre diferentes áreas: panadería, herrería, informática, carpintería, agricultura, entre otras. En este nivel ha habido polémica respecto de los alcances de la FT que se ofrece, la pertinencia en este nivel y la calidad de la oferta.  Sin embargo, hay propuestas interesantes, como las TVC (Telesecundarias Vinculadas con la Comunidad), que han logrado a través de los años conformar un modelo de alternancia educación-producción, donde los y las estudiantes salen enriquecidos con conocimientos y habilidades que los acercan más al mundo del trabajo.  

En el nivel del bachillerato, son múltiples las ofertas y muchas de ellas contemplan a la FT como el corazón de sus ofertas curriculares vía la educación técnica (los bachilleratos tecnológicos en sus diferentes modalidades: CETI, CecyTec, CEBT). En el nivel superior se cuenta con amplias propuestas de estudios universitarios, sin embargo, es reconocido el bajo porcentaje de población que accede a este nivel de estudios.

En el marco de este panorama, resta hablar de los grupos de población que forman parte del rezago educativo (población mayor de quince años que no ha culminado su educación básica (los estudios de secundaria). Estamos hablando de grupos indígenas, población en situación de discapacidad, mujeres en la tercera edad, jóvenes que no estudian ni trabajan, sector informal entre otros).  Muchos de estos grupos tienen interés de culminar su escolaridad básica y otros (la mayoría) buscan acceder a espacios donde puedan adquirir habilidades y conocimientos técnicos que les permitan acceder al mundo del trabajo, sea en el sector formal como informal. Este es el grupo de población que será el foco de reflexión en este análisis. 

Entre las diferentes instancias que proveen capacitación técnica a estos distintos grupos de población, están los Centros de Capacitación Tecnológica Industrial (CECATI) y los Institutos Descentralizados de Capacitación para el Trabajo (ICAT), que están adscritos a la Dirección General de Centros de Formación para el Trabajo (DGCFT), que a su vez depende de la Subsecretaría de Educación Media Superior (SEMS). A lo largo del país se cuenta con cerca de 500 planteles, tanto en zonas urbanas como rurales. A estos CT acude población desde los quince años y no hay límite de edad. Su oferta de capacitación es muy amplia, y refiere a cursos de estilismo, informática, herrería, electrónica, mecánica, contabilidad, corte y confección, entre muchos otros. Llama la atención que, a 50 años de su creación, todavía se desconozca a los CECATI y los ICAT como instancias de capacitación. 

Diversas investigaciones hablan de la gran importancia y significado que tienen estos programas para la población de bajos recursos. La funcionalidad y/o correspondencia de estos cursos varía según la especialidad de que se trate, el contexto y la edad de los y las estudiantes.

El grupo de mujeres en la tercera edad, se interesa generalmente por talleres de corte y confección, estilismo, costura, repostería, manualidades en general. Muchas de ellas son mujeres que no accedieron a estudios o que no los culminaron, por lo que esta deviene en ocasiones su primera actividad formativa. Lo que es un hecho es que este tipo de cursos contribuyen a un cambio en la dinámica de las personas.

Es muy común constatar cómo la inserción de la población en este tipo de programas tiende a generar cambios significativos en las trayectorias de vida de las personas: no es gratuita la consigna institucional: ¡CECATI te capacita, CECATI cambia tu vida! No obstante, resta ponderar la magnitud de estos cambios y su real contribución al mejoramiento de las condiciones de vida, más allá de que devenga en una estrategia de terapia ocupacional.    

Un grupo mayoritario que acude a este tipo de programas son los y las jóvenes. Si bien muchos de ellos tienen como expectativa continuar estudios superiores (darse un tiempo para después acreditar su bachillerato), hay quienes buscan profesionalizarse en cualquiera de las especialidades: como una segunda oportunidad. La calidad es la principal demanda que se hace a este tipo de programas, en términos de que brinden habilidades y conocimientos que permitan mejorar el perfil de empleabilidad y con ello facilitar su acceso al mundo del trabajo. Una de las preguntas clave hoy día, refiere a la medida en que estos programas se imparten con la calidad debida, qué tanto facilitan el acceso de los y las jóvenes al mundo del trabajo, sobre si brindan la posibilidad de trascender el espacio de la informalidad. 

La calidad en los programas de FT, refiere a la riqueza del programa en términos de integralidad curricular, aportes de otras disciplinas, atender a la dimensión pedagógica, la focalización de las programas, la práctica de la vinculación institucional, la respuesta a las necesidades e intereses de las personas, la congruencia con el contexto, la respuesta a las necesidades locales, la actualidad de los contenidos, los acompañamientos en el proceso de capacitación, manejo de idiomas, entre otros. Cualquier programa de capacitación que incorpore en sus preocupaciones algunas de estas dimensiones, estará ciertamente contribuyendo a una mayor calidad de los programas. 

A la largo de los años, poco a poco se ha ido cobrando conciencia de que la capacitación para el trabajo debe ir más allá de la capacitación puntual. Sin embargo, llama la atención que, en muchos CT, los cursos todavía se centren en la transmisión de habilidades y conocimientos propios de la especialidad, sin el interés de atender a otras necesidades y complementariedades, tal como: los ámbitos de profesionalización, herramientas para el emprendedurismo, las áreas de formación vinculadas, los plus curriculares, por señalar algunos.

En un contexto como el actual, que se caracteriza por el porcentaje alto de desempleo y de población en la informalidad, resalta cada día más la importancia de que la población de sectores desfavorecidos cuente con las habilidades y conocimientos para insertarse en el mundo del trabajo. Ello demanda de parte de las instituciones atender a la calidad educativa de la FT. Se habla mucho recientemente sobre la calidad de la educación básica, sin embargo, poca atención se ha dado a la calidad de la FT y lo que ella implica. 

Preocupa hoy día, el papel marginal (prácticamente nulo) que se ha dado a los centros de la DGCFT en el ámbito de la FT. Sorprende, por ejemplo, la escasa aportación y vinculación de los CECATI y los ICAT con el Programa de Jóvenes Construyendo el Futuro (PJCF). Solamente en entidades como Guanajuato, se pudo observar el aporte de los ICAT a la etapa de capacitación técnica de este programa. Igualmente, llama la atención que los talleres de estilismo e informática, continúen como unas de las especialidades más ofrecidas en el campo de la FT en estos contextos: constituye un ejemplo de la inercia en que han caído algunos de los planteles a través de los años.

Sin duda, uno de los rasgos que caracteriza más a estos programas, y que les impide incidir en un mayor acceso a la esfera del trabajo, es la orientación de los talleres hacia el desarrollo de actividades muy concretas.

En una segunda parte hablaremos sobre algunos otros ejemplos.

*El texto refleja la opinión del autor y no necesariamente la de este medio de comunicación.

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Enrique Pieck Gochicoa

Académico Investigador Honorario del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación de la Universidad Iberoamericana (INIDE-UIA).

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