La batalla por la ciencia mexicana
Opinión de la doctora Siobhan F. Guerrero Mc Manus. Investigadora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM
Actualmente se libra una batalla ideológica al interior de las academias de ciencia de nuestro país. Quizás el grueso de los ciudadanos no están al tanto de esta situación pero para quienes laboramos en instituciones de educación superior y nos dedicamos a realizar investigación es cada vez más claro que la polarización que hoy atraviesa a la población mexicana se ha hecho también presente al interior de nuestras academias.
Mi intención en el presente texto no es tanto tomar partido o intentar dirimir este desencuentro. Tengo, si acaso, un objetivo mucho más humilde y que consiste en describir esta situación y hacer un par de observaciones que me parecen relevantes y que pueden ayudarnos a reconocer que ninguna de las posiciones en conflicto es ingenua. En ese sentido, mi esfuerzo es sobre todo descriptivo.
Comencemos pues por señalar cuáles son los bandos dentro de este conflicto. Podríamos decir que de manera general tenemos a dos grupos en pugna. Hay, por un lado, un sector de científicos y académicos cercanos a la cuarta transformación y con una fuerte presencia en diversas instituciones de educación superior así como otros espacios dedicados a la educación y la investigación. De manera sucinta, este grupo defiende un modelo de ciencia que rompa con los legados de la época neoliberal y que apuesta por una ciencia “para el pueblo”.
Por el otro lado, hay una diversidad de voces disidentes, críticas y escépticas de la postura anterior. Algunas de estas voces se han reunido en una organización conocida como ProCienciaMx. Si bien esta organización no es el único espacio crítico, es sin duda uno de los más visibles. Cabe señalar que hay a su interior una heterogeneidad de posiciones y hoy por hoy el grupo conocido como Nodo Plural parece haber tomado el control y la batuta de este espacio –o, al menos, de sus redes sociales–. Recientemente, dicho grupo organizó un espacio de discusión virtual en el cual buscó defender la libertad de expresión y de investigación pues, en opinión de quienes gestaron dicho espacio, ésta se encuentra amenazada.
Vale la pena aclarar que, si bien el grueso de los miembros de ProCienciaMx son escépticos de la política científica de la presente administración, no parece ser el caso que dicha mayoría esté de acuerdo con lo dicho en el ya mencionado foro virtual. De manera importante, un sector no despreciable de este grupo ha señalado que, en efecto, buscan defender la libertad de investigación pero que no consideran que la defensa de la libertad de expresión incluya pronunciamientos que inciten a la violencia y la discriminación.
En cualquier caso, hay claramente un desencuentro entre un sector de nuestras academias que está interesado en dejar atrás a lo que consideran una “ciencia neoliberal” y que está siendo fuertemente criticado por otro sector de la academia que considera que la libertad de investigación está hoy bajo ataque y que esto se expresa tanto en aspectos presupuestales como ideológicos.
En ese sentido, me parece importante hacer una doble aclaración. Por un lado, hay investigadores y académicos que han afirmado que no tiene sentido adjetivar a la ciencia de “neoliberal” y que la ciencia, la buena ciencia, es objetiva o no es ciencia. Sin embargo, quienes sostienen esto parecen desconocer la existencia de lo que llamamos “meta-ciencias”, es decir, de aquellas disciplinas científicas que tienen como objeto de estudio a la ciencia misma. Disciplinas como la historia de la ciencia, la filosofía de la ciencia, la antropología de la ciencia, la sociología de la ciencia y la psicología de la ciencia cuentan ya con décadas y en algunos casos con siglos de institucionalización. Hay asimismo journals especializados y congresos que muestran que estamos ante disciplinas serias y robustas. Lo que todas estas meta-ciencias nos dicen es que la ciencia no puede ser comprendida como un mero conjunto de representaciones más o menos fidedignas de la realidad sino que, cuando hablamos de ciencias, hablamos también de instituciones, prácticas de enseñanza, tradiciones de investigación e, incluso, valores que se promueven como parte del quehacer científico (p.ej., la honestidad, la novedad, la simplicidad, etc.). Si la ciencia es en efecto sociológicamente tan compleja como parece, entonces no es un sinsentido afirmar que las lógicas propias del neoliberalismo pueden afectarla llevando incluso a que los intereses comerciales se impongan sobre otro tipo de valores más clásicamente asociados a la ciencia. Por ende, no es absurdo considerar que puede y ha existido una ciencia “neoliberal”.
Sin embargo, tampoco habría que pasar por alto, sobre todo si se quiere romper con ese legado “neoliberal”, que las propias meta-ciencias enfatizan la importancia de la democratización de los saberes científicos y de la existencia de una pluralidad de puntos de vista al interior de las academias; esto claramente no está en pugna con la búsqueda de una ciencia ética, responsable y sensible a las necesidades humanas. De hecho, si la democratización y la pluralidad se consideran importantes es porque la objetividad parece requerir de una inter-subjetividad crítica y dialógica cuyo cometido sea la detección y eliminación de cualquier posible sesgo al interior de una comunidad. Es claro que, para que este proceso funcione, la ciencia no solamente debe ser sensible a las necesidades humanas, no únicamente debe ser una ciencia “para el pueblo”, sino que tiene que ser plural y democrática. Esto lo sabían ya en la década de los 1970 aquellos científicos que iniciaron el movimiento Science for the people en los Estados Unidos pero en la actualidad parece haber sido minimizado por algunos de sus herederos.
Para concluir quisiera señalar únicamente que la construcción de academias más sólidas y robustas requiere de atender a todo lo que las meta-ciencias nos enseñan, sea esto crítico de nuestras propias disciplinas o afín a nuestras posturas ideológicas. Así, es menester reconocer que puede y ha habido una ciencia neoliberal y que la mejor forma de romper con su legado es creando academias plurales y democráticas.
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