Este 12 de octubre la Junta de Gobierno de la Universidad Nacional Autónoma de México publicó un listado de diez personas que serán entrevistadas por dicho organismo como parte del proceso de sucesión rectoral en esta casa de estudios. De los diecisiete aspirantes originales, han sido diez los que serán considerados por la Junta de Gobierno como posible sucesor o sucesora del Dr. Graue Wiechers. Esta lista la integran tres mujeres, las doctoras Laura Susana Acosta Torres, Patricia Dolores Dávila Aranda y Guadalupe Valencia García, así como siete varones, los doctores Sergio Alcocer, Luis Álvarez Icaza Longoria, Raúl Contreras Bustamante, German Fajardo Dolci, William Lee Alardín, Leonardo Lomelí e Imanol Ordorika Sacristán.
A muchas personas, tanto dentro como fuera de la UNAM, les ha sorprendido que el listado de aspirantes sea aún tan extenso pues esperaban una terna que más o menos permitiera anticipar quién habría de ser el nuevo rector. Me parece que es importante hacer una lectura política del porqué de este listado todavía tan numeroso. En primer lugar, la Junta de Gobierno está mandando el mensaje de que el proceso no está ya decidido y de que se están contemplando seriamente las diversas propuestas que esta decena de personas ha postulado. En un momento tan tenso de la política mexicana y en el cual han habido desencuentros entre esta universidad y el gobierno federal, habría sido un error el no revisar cuidadosamente las múltiples perspectivas que se han ofrecido acerca del presente y el futuro de la UNAM.
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En ese sentido, el mensaje parece claro pues con este listado se nos comunica que se tomarán en serio las propuestas y no se descalificará a nadie por su pertenencia o cercanía a un grupo político o ideológico concreto. Esto último me parece particularmente importante pues al interior de la propia universidad hay una variedad de grupos y posiciones cuyas voces no debieran minimizarse; al enviar el mensaje de que sus proyectos serán considerados se apuesta así por una sucesión que genuinamente está considerando a las diversas propuestas sobre a dónde debemos ir como universidad.
Hay, desde luego, una segunda razón por la cual la decisión de la Junta de Gobierno ha sido sensata. Eliminar prematuramente a candidatas y candidatos cuyos proyectos gozan de enorme popularidad podría haber dado lugar a una descalificación del propio proceso, tanto por parte de la comunidad universitaria como por parte de actores políticos ya distanciados o enemistados con la UNAM. Así, mantener a una pluralidad de voces minimiza el riesgo de una crítica que pueda poner en jaque al proceso de sucesión rectoral mismo.
En cualquier caso, en las próximas semanas habrá sin duda una discusión acerca de cuál o cuáles son los mejores proyectos. Yo insisto en que los temas nodales incluyen la cuestión de la violencia de género —algo que prácticamente abordan todos los aspirantes— aunque habría que enfatizar que las políticas para combatirla deben incluir enfoques preventivos que permitan sanar a la comunidad y que además contemplen a las poblaciones de las diversidades sexo-genéricas; en este último rubro Luis Álvarez Icaza y Patricia Dávila han sido los que con mayor claridad se han posicionado.
Ahora bien, la violencia de género no es lo único importante pues hay otros temas igualmente urgentes. La precarización del personal de asignatura es uno de éstos. La sostenibilidad presupuestal es otro. La actualización de los currícula, el rejuvenecimiento de la planta académica y la creación de vínculos con diversos sectores de la sociedad son otros puntos igualmente importantes. Dada esta enorme complejidad, hay fortalezas y virtudes en los proyectos de cada uno de los aspirantes y sin duda será importante que la persona que sea finalmente escogida sepa reconocer los aspectos de los otros proyectos que vale la pena recuperar.
He de confesar que no tengo el gusto de conocer a la mayoría de los aspirantes. La única excepción es la doctora Guadalupe Valencia, actual coordinadora de Humanidades, ex directora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades y colega en ese mismo centro. Puy, como se le conoce afectuosamente, es una mujer brillante, sumamente comprometida y prudente. La caracterizan la escucha, la capacidad de diálogo con múltiples posiciones y una capacidad de gestión y liderazgo admirables. Más allá de todo esto, es una persona cariñosa y preocupada por su comunidad.
De manera indirecta, sí he tenido la oportunidad de escuchar elementos positivos de otros candidatos. Patricia Dávila, por ejemplo, es recordada con cariño y agradecimiento por ex-alumnos de la Facultad de Iztacala que encontraron en ella a una aliada en la lucha contra la transfobia, la homofobia y la misoginia; los colegas que la conocen la describen como una mujer firme, justa y con un profundo amor por la universidad. De igual manera, a Luis Álvarez Icaza se le describe como un gran gestor, un hombre con vocación de diálogo y escucha y un profesional que valora y atesora tanto la ciencia como la interdisciplina, sin por ello demeritar el papel que juegan las humanidades y las artes en la universidad. Muchos universitarios ven en él a una persona capaz de conciliar la enorme pluralidad de voces hoy presentes en la universidad. Finalmente, aunque nunca he tenido el gusto de conocer a Imanol, conozco a su hermana —la doctora Teresa Ordorika—; si bien el carácter de una persona no siempre es indicativo del carácter de sus parientes, sin duda que en este caso podemos hacer tal inferencia. Imanol, más allá de ser aquel famoso ex-líder estudiantil que luchó por la gratuidad universitaria y que ha dedicado su vida a mejorar la universidad, es también una persona sensible a los problemas sociales que atraviesa la universidad.
Dicho esto, de lo anterior no se sigue que el resto de los aspirantes carezca de las virtudes enunciadas, sino que simplemente no he tenido la oportunidad de tratarlos ni a ellos ni a personas afines a sus proyectos. En cualquier caso, me queda claro que hay más de un perfil idóneo y eso es algo que celebrarse. Espero, eso sí, que la universidad permanezca plural y políticamente independiente. También deseo que, llegue quien llegue, haya un intento genuino por crear una universidad incluyente, segura, diversa y justa tanto con los trabajadores y el profesorado como con el alumnado.