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    Categorías: Opinión

De máquinas a humanos

La velocidad del cambio es quizás uno de los temas de mayor relevancia hoy en día. Todos hablamos de la transformación digital, de la importancia de adaptarnos a las transformaciones constantes, de la aceleración desproporcionada y los empresarios se paralizan ante los grandes retos que enfrentan con un futuro tan incierto; pero lo que no nos damos cuenta es que si hay un sector que enfrenta retos realmente trascendentes y ante los cuales como sociedad ignoramos y elegimos ver hacia otro lado, es la educación.

Históricamente la educación ha sido la manera de preparar a los niños y jóvenes para “la vida” darles el conocimiento y las herramientas (el entrenamiento) necesarias para que puedan tener un trabajo digno y valerse por si mismos, sin embargo según el Foro Económico Mundial el 60% de los niños que están en primaria trabajarán en empleos que no se han inventado aún, con lo cual la pregunta es: ¿cómo nos preparamos y “entrenamos” a los jóvenes para lo que no existe?.

México es un país que se ha quedado rezagado en múltiples ocasiones por no aprovechar las tendencias y adoptar las tecnologías; en lugar de tomar la batuta y aprovechar todo nuestro talento, creatividad e ingenio para innovar, esperamos a que los cambios sucedan en otras partes del mundo para después “tropicalizar” las soluciones y traerlas sin riesgo de falla, lo queremos digerido y en la boca, pero ese intento de tomar el camino fácil nunca nos va a llevar a la cima ni a la vanguardia, ya que siempre vamos siguiendo a alguien más y pocas veces nos tomamos el tiempo de observar las verdaderas necesidades, fortalezas y oportunidades que tenemos.

El problema es que ante tanta incertidumbre, ante tanto cambio abrumador y ante esta velocidad tan acelerada no tenemos más opción que tomar las riendas del jinete y dirigir nuestro propio destino, tener agallas de experimentar para encontrar nuevos caminos, cuestionarnos hacia donde va el mundo, pero sobre todo hacia donde queremos llevar a nuestro país, porque la educación es la base de la transformación, pero esta no sirve de nada si no sabemos en qué queremos transformarnos.

Durante más de un siglo la educación ha seguido los pasos de la revolución industrial, simulando una línea de ensamblaje perfecta y creando máquinas que respiran, pero ese modelo educativo está muriendo y tenemos que dejarlo desaparecer, porque mientras nos comportemos como máquinas estas fácilmente podrán reemplazarnos, es momento de empezar a comportarnos como seres humanos para que nunca nada pueda sustituirnos. Es momento de construir un nuevo modelo educativo que desarrolle y fortalezca nuestro valor humano, nuestras habilidades de conexión y empatía, que nos ayude a encontrar la pasión por la vida y el trabajo, que explote la curiosidad, la creatividad y nos lleve a la auto-realización.

Para eso es esta columna, un espacio de cuestionamiento para tratar, no sólo de entender, sino de diseñar hacia donde va el futuro de la educación, indagar en todos los conceptos antes mencionados y pensar que podemos hacer como educadores, como padres, como alumnos y como sociedad para construir un mejor futuro.

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