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    Categorías: Opinión

Cómo minimizar el  impacto de la Fast Fashion

Foto: Unsplash

La “Fast Fashion” es un modelo de negocio en la industria de la moda que se caracteriza por la producción rápida y masiva de ropa a bajo costo, con el objetivo de seguir las tendencias actuales y satisfacer la demanda de los consumidores de manera casi instantánea.

Esta situación cada vez presenta más impactos negativos debido a la influencia de las marcas y el consumo no responsable. La “Fast Fashion” sigue creciendo porque responde a un apetito consumidor insaciable por ropa nueva y barata, impulsado por un ciclo constante de nuevas tendencias y la percepción de que la moda es desechable. Además, la globalización ha permitido que las marcas accedan a cadenas de suministro internacionales que abaratan aún más los costos de producción en algunos casos no teniendo presentes los Derechos Humanos.

Las campañas de marketing agresivas y el fácil acceso a la moda a través de las tiendas en línea también han contribuido a este crecimiento. Sin embargo, este crecimiento insostenible plantea serios retos, ya que exacerba los problemas ambientales y sociales, con ello la necesidad urgente de un cambio hacia prácticas más sostenibles en la industria de la moda.

Desde un punto de vista ambiental, la “Fast Fashion” es una de las principales fuentes de contaminación, siendo responsable de aproximadamente el 10% de las emisiones globales de carbono y generando alrededor de 92 millones de toneladas de residuos textiles al año. Además, la producción de textiles consume enormes cantidades de recursos, como los 2,700 litros de agua necesarios para producir una sola camiseta de algodón.

En cuanto al impacto social, la “Fast Fashion” a menudo se asocia con condiciones laborales precarias, explotación y falta de seguridad en las fábricas que producen estas prendas, como se evidenció trágicamente en el colapso del edificio Rana Plaza en 2013, que causó la muerte de más de 1,100 trabajadores en Bangladesh. Los riesgos sociales ocultos de esta práctica son alarmantes.

Este modelo también promueve una cultura de consumo desechable, donde las prendas de baja calidad se compran, se usan brevemente y luego se desechan, perpetuando un ciclo insostenible, todo lo contrario, a los esquemas de economía circular que se están empezando a considerar en las líneas de producción de otros sectores.

Para mitigar estos impactos, se debe fomentar un cambio hacia un consumo más responsable, que priorice la calidad sobre la cantidad y valore la durabilidad de las prendas. Además, se debe promover una economía circular que incluya la reducción, reutilización, reciclaje y la reparación de ropa, así como exigir mayor transparencia y regulación en la cadena de suministro de la moda para asegurar condiciones laborales justas y prácticas sostenibles.

Sencillas preguntas como ¿Lo necesito? ¿Sé la historia o la cadena de producción de esta emprenda? o ¿Cómo impacta mi consumo, uso y deshecho de esta prenda en el problema de la Fast Fahion? Pueden ser útiles para nuestra reflexión y acciones.

La innovación en materiales sostenibles y procesos de producción más ecológicos también juega un papel clave en la transición hacia un modelo de moda más ético y respetuoso con el medio ambiente.

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Martha Elizalde Durán: Académica de la Facultad de Responsabilidad Social de la Universidad Anáhuac México

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