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    Categorías: Opinión

Ciencia en acción: contribuciones desde la academia al avance de las ciencias de la salud en México

En un momento en el cual están a debate distintas visiones sobre el desarrollo de la ciencia y el modelo de salud en México, es importante encuadrar el problema desde una perspectiva amplia que implique, no solamente a los actores públicos, naturalmente responsables de las políticas implementadas en el manejo de los presupuestos y la administración de las instituciones, sino que incluya la contribución indispensable de la academia.

Más allá de proporcionar opiniones expertas o sugerencias teóricas, la academia científica encarna el verdadero espíritu de la innovación, generando soluciones y tecnologías emergentes mediante la investigación en campos de vanguardia y la colaboración internacional. Así, al implementar los resultados de esas investigaciones se generan oportunidades novedosas para resolver problemas puntuales que aquejan a las poblaciones y nos permiten trazar un futuro mejor.

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La academia, conformada por las instituciones universitarias, sociedades y agrupaciones científicas y culturales, públicas y privadas, posibilita la transferencia de conocimientos y tecnologías del laboratorio hacia la industria y el sector público; esta mediación se nutre de la sensibilidad para detectar las necesidades y prioridades de desarrollo y, a la vez, la factibilidad de que las innovaciones lleguen a beneficiar a la sociedad.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, la innovación en los servicios de salud se está acelerando a una escala sin precedentes; la inteligencia artificial en salud y la realidad virtual, la edición genética, las terapias celulares y regenerativas, y la impresión 3D, son ejemplos de aplicaciones actuales y áreas de desarrollo futuro para resolver problemas de salud que siguen impactando a la humanidad.

La relación necesaria entre generación de conocimiento e inversión sustentable en la industria de la salud, por ejemplo, hace posible que hoy podamos generar soluciones efectivas en tiempo récord, como el caso de la vacuna contra el virus SARS-CoV-2, donde avances que iniciaron como investigación básica en el estudio de la biología permitieron frenar una pandemia que pudo haber diezmado las poblaciones humanas a escala global. Sin una relación armónica y coordinada de los sectores industrial, académico y de gobierno, el mundo que imaginamos desde los laboratorios no sería posible.

Otra labor que realiza la academia en el ámbito de la salud es la formación de capital humano. Es solo mediante la acción creadora de la academia que se puede sostener la generación del talento necesario para mantener funcionando las instituciones y en general todas las instancias de servicio necesarias para el sostenimiento de las sociedades. Es el espíritu y la naturaleza multidisciplinaria de las universidades la que inspira y alienta las vocaciones que florecen en carreras científicas que hacen realidad los grandes avances científicos y tecnológicos que configuran nuestra realidad contemporánea.

Es también la academia desde donde se definen y promueven las directrices éticas para la investigación científica, así como la responsabilidad social de los investigadores y profesionales de los diversos campos del conocimiento humano. Esto implica consideraciones éticas en el diseño y la realización de estudios, así como la divulgación transparente de resultados y posibles conflictos de intereses.

El cuidado del entorno es fundamental al implementar las soluciones emanadas de la investigación; procurar el uso racional de los recursos naturales debe estar en la mente de quienes proponen alternativas nuevas para el manejo de las enfermedades. La salud de las poblaciones siempre está rodeada de ambientes sanos, el binomio salud-ambiente es inseparable.

En cualquier modelo de desarrollo que definamos para México deberá considerarse que la academia, en su diversidad, sea un jugador central y se garanticen las condiciones para que su contribución social sea óptima.

En México se hicieron grandes esfuerzos de inversión en investigación en salud a partir de mediados del siglo XX, en especial con la creación de los Institutos Nacionales de Salud, el Centro de Investigación y Estudios Avanzados, el fortalecimiento de institutos de investigación de la UNAM, y la formación de centros de investigación en varios estados de la República.

A partir de esos años, el trabajo de los grupos de médicos e investigadores, que fueron atraídos a dichas instituciones, transformó su entorno y posicionó poco a poco a nuestro país en el ámbito internacional de la generación de conocimiento para resolver problemas de salud en la población. En pocas palabras, se creó infraestructura y se atrajo talento para realizar investigación de alto nivel en temas de salud de interés para México.

México también participó en el desarrollo de capital humano, se hizo escuela en inmunología, reumatología, cardiología, enfermedades infecciosas, fisiología, genética, toxicología y ambiente, por mencionar algunas áreas.

No obstante, ese impulso no continuó, y la inversión en ciencia, tecnología e innovación fue reduciéndose con los años. Se planteó una meta, alcanzar una inversión en estos rubros, de al menos el 1% del producto interno bruto. Meta que aún no se ha logrado. Somos un país que invierte poco en la generación de sus propias soluciones a los problemas que afectan a nuestra población, por lo tanto dependemos de la innovación y tecnología elaborada en otros países.

Nuestro país, por otro lado, es dueño de una gran riqueza radicada en el talento de los grupos formados y dedicados a la ciencia e innovación en centros académicos públicos, y cada vez más en los privados. Y qué decir de los recursos humanos formados dentro de esos centros; muchos de ellos han sido casos de éxito profesional en instituciones extranjeras cuando han emigrado para continuar su formación académica y se les brindaron oportunidades de desarrollo profesional en esos países.

Si bien la formación científica requiere entrar en contacto con grupos fuera del país de origen, aprender otras soluciones para problemas similares, el que nuestros alumnos más brillantes no puedan ser retenidos en instituciones del país y migren, significa una sangría importante para el desempeño de las instituciones académicas en México.

En el área de la salud es fundamental continuar la formación de talento enfocado en entender y atender los problemas que más impactan a nuestra población. Sin duda tendremos que formar a las generaciones nuevas de profesionales de la salud, no solo de investigadores, para que sean capaces de usar las tecnologías innovadoras, y para que éstas sean aplicadas en temas de prevención, detección oportuna y tratamientos de enfermedades crónicas y también de enfermedades emergentes. México debe estar preparado para las siguientes pandemias, así como para un mejor manejo de las enfermedades que ya nos afectan.

Debemos garantizar fondos suficientes y regulares de inversión para la investigación, derribar barreras que discriminen a equipos y proyectos de investigación por causas ideológicas, evitar la fragmentación del conocimiento apostando por visiones holísticas para abordar problemas complejos, permitir el acceso a resultados e impulsar la reproducibilidad de éstos, acelerando así la traslación hacia soluciones aplicables del descubrimiento científico.

La colaboración interinstitucional, sin vallas de origen privado o público, debe ser nuestra meta, porque no existe un presupuesto que pueda sostener esfuerzos fragmentados y descoordinados. La inversión en ciencia, tecnología e innovación debe complementarse y hacer sinergia entre las fuentes públicas y las privadas.

En resumen, solo mediante un compromiso continuo con la investigación científica, y una colaboración efectiva entre la academia, el sector público y la industria, podremos construir un futuro donde la salud y el bienestar de la sociedad mexicana sean prioridades fundamentales. ¡Es hora de invertir en el conocimiento y la innovación que nos permitirán alcanzar este objetivo juntos!

Comentarios
Luis Alonso Herrera Montalvo: Luis es doctor en Investigación Biomédica por la Universidad Nacional Autónoma de México y Biólogo por la misma universidad, cursó un posdoctorado en el Departamento de Enfermedades Infecciosas de la Escuela de Medicina, en la Universidad de Stanford. Es miembro de la Academia Mexicana de Ciencias y la Academia Nacional de Medicina. Desde 2003 ha ocupado puestos directivos en institutos como en el Instituto Nacional de Cancerología (INCan) asicomo en el Instituto Nacional de Medicina Genómica de la Secretaría de Salud, donde ha logrado implementar diversos proyectos en favor de la medicina de precisión, atención oportuna a la detección de casos COVID-19, así como a la identificación de sus variantes. Actualmente se desempeña como Decano en la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud, TecSalud del Tecnológico de Monterrey.

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