Antropoceno: ¿era geológica humana y fin de la naturaleza? (2/2)
Opinión de Andrés Bucio, filósofo de la ciencia, la tecnología, la energía y la naturaleza. Doctor por la Universidad de East Anglia, Reino Unido
Foto: PixabayLegendario por ser uno de los diccionarios más letárgicamente renuentes a adoptar nueva terminología, resulta que hasta el Diccionario de la Real Academia Española tiene ya su propia (y levemente torpe) definición de antropoceno: “Dicho de una época: Que es la más reciente del período cuaternario, abarca desde mediados del siglo XX hasta nuestros días y está caracterizada por la modificación global y sincrónica de los sistemas naturales por la acción humana“. La semana pasada definimos “antropoceno” de manera provisional como: la sustitución del mundo natural por un mundo creado por los seres humanos. Más específicamente, el uso de los sistemas creados por el ser humano para sustituir a los sistemas naturales. Lo anterior implica quizás la manipulación casi completa de la naturaleza por los seres humanos vía la tecnología y la cultura.
La definición de la real academia es levemente torpe por dos razones: el tono categórico y terminante aplicado a un concepto que aún está siendo discutido a nivel mundial, y por el uso un tanto marrullero y hueco de la expresión “…caracterizada por la modificación global y sincrónica“…. que no podía faltar.
Parece que a la real academia le sonó bien la palabra “sincrónica”; como para impresionar a aquellos que no comprenden, o no sienten deseos reales por comprender, aquello que se está tratando de definir. La palabra sincronía suele emplearse cuando hablamos de lapsos cortos y más o menos precisos de tiempo. Uno sincroniza un reloj personal con el de un edificio público, por ejemplo.
La noción de antropoceno alude justamente a lo contrario: etapas temporales largas con límites difusos, no muy claros. Una de las cosas que se discuten es precisamente el criterio que debería emplearse para decidir en qué momento comenzó la presunta época del antropoceno (¿a partir de la revolución industrial?, ¿a inicios del siglo XX?, ¿con la revolución digital? etc.)
Esto nos lleva a múltiples argumentos y cuestionamientos en contra del uso del término: ¿por qué hacernos a la idea del ser humano como autor de toda una época geológica llena de infiernos como los descritos anteriormente, menospreciando el posible rol equilibrante de todas las demás especies de animales y plantas? ¿por qué la aceptación implícita de un planeta dominado, alterado e infernalizado, principalmente por los países poderosos? ¿por qué negar las visiones de aquellos “pueblos originarios” o indígenas, que durante mucho tiempo han tenido una contribución contraria a la época antropocéntrica? etc.
Una cosa de la que podemos estar seguros es que en el antropoceno “antropoceno” (si asumimos la postura de que ya comenzó) las cosas no serán tan bonitas como algunas personas podrían pensar.
Consideremos, por ejemplo, el hecho de que a mayor éxito económico y riqueza per cápita, menos hijos la gente quiere tener y menos fe en sí misma parece sentir: como si toda esa «riqueza generada» en esta nueva época geológica, fuese una «riqueza terminal» no heredable, producto de una gran mentira: la mentira intuida de que quizás nos hemos ausentado demasiado y por demasiado tiempo de los ciclos biológicos naturales, hemos quizás desperdiciado oportunidades en utilizar todo el ámbito tecnológico que nos rodea como una herramienta de autoconocimiento, y hemos quizás creado una esfera cultural basura (construccionismo social urbano) demasiado al margen de nuestra biología y de los sistemas naturales de los que provenimos.
En otras palabras, «antropoceno» no es otra hueca palabra carente de significado, sino todo un marco conceptual que aprovechado correctamente y con imaginación, nos puede ayudar a hacer planteamientos más inteligentes sobre nuestro presente y nuestro futuro: nos puede ayudar a dejar de ser gente manipulable, aburrida, y superficial.
Te invitamos a leer la primera parte aquí.
andresbucio.com
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