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El caso del ‘Fofo’ Márquez, Marianne “N” y Lucio “N” agitaron las redes sociales en más de un sentido. Algunos abogados en televisión alertaron sobre los peligros de ceder ante la “presión popular”. “¿Qué sigue? ¿mandar a la cárcel a cualquiera solo porque lo exige el pueblo?”, preguntaron. Uno incluso planteó: “si un familiar dispara por accidente contra una mujer, ¿terminará en prisión 17 años, como ‘Fofo’?”
La diferencia entre un accidente y una agresión premeditada es tan evidente como la que existe entre una disculpa y una amenaza. Pero para ir más allá, se consultó una perspectiva de José María Soberanes, doctor en Derecho, investigador SNI nivel II y abogado constitucionalista de la Universidad Panamericana.
“La suprema ley interpretativa en el Derecho debe ser el sentido común”, afirma Soberanes. “Por entrar con los tecnicismos, puede quedar alguien suelto solo porque ‘no levantó el pulgar izquierdo’. Es absurdo. Por eso los abogados y los jueces muchas veces son percibidos como personas que protegen la delincuencia”.
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¿Se es racional por seguir las reglas o por llegar a una conclusión cercana a la verdad? Al cuestionar a José María si los jueces deben atender al contexto específico, o ignorarlo para aplicar la ley al pie de la letra, explica que “la idea de que el juez no tiene sentimientos, que no ve Instagram o TikTok, es un mito. El juez va a interpretar y tiene que interpretar… ¡es un ser humano!”
“A los abogados nos forman de manera muy cuadrada. Nos extraen de la realidad y nos obligan a meternos en el código, pero eso no existe. Cambia el partido político y se cambia la ley. Tenemos que ubicarnos en la realidad”, sostiene.
Filósofos de la ciencia como Bas van Fraassen han abandonado la idea de que existan leyes inmutables, incluso en la naturaleza. De acuerdo con él, debemos conformarnos con encontrar regularidades que se ajusten a nuestras observaciones, lo cual implica atender el contexto.
Soberanes admite que “hubo un momento en que los abogados empezaron a decir que el Derecho es una ciencia. Pero es distinto. Un biólogo estudia leyes que explican por qué pasan ciertas cosas. El Derecho estudia acuerdos de legisladores que, a veces, están mal escritos, formulados por diputados que, en ocasiones, ni siquiera son abogados”.
Sobre Marianne “N”, un caso que podría exponer las contradicciones de nuestro sistema legal, el doctor en Derecho explica que, “parece absurdo decir que una persona no debe ser juzgada con severidad porque está a segundos de soplar las velas del pastel”, señala sobre las dramáticas diferencias en sentencias por cuestión de meses en la edad.
Por eso, el consejo de Soberanes para los estudiantes de Derecho es contundente: “se deben criticar las leyes. Los abogados las aplicamos, pero muchas veces no somos quienes las hacemos. No somos servidores de la ley, sino resolutores de problemas”.
Su conclusión se parece a las de Sócrates protestando contra leyes basadas en la mitología. Tal vez el verdadero estado de derecho no está en la aplicación ciega de la ley, sino en su interpretación inteligente y contextual; al final, “la ley no es una fórmula matemática que deba aplicarse mecánicamente. Es una herramienta para resolver problemas sociales, no para crearlos”, enfatiza José María Soberanes.
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