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El Diccionario de Mexicanismos que explica la forma de hablar de los mexicanos

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“Íbamos para aquellito cuando me acordé que traía en el carro algo del itacate que me dieron en la fiesta de ayer. Lo recogí y entonces le dije a mi güera ‘A darle, que es mole de olla’”.

“En el acto, casi doy un paso panzazo y mi morra grita ‘¡aguas!’, pero en vez tirar paro, luego, luego que se suelta a reír, bien mala onda. Iba a dar el changazo bien sabroso, ¡casi me petateo!”.

“Pero bueno, nos apapachamos un rato y nos dio hambre. Pero se ve que me dieron atole con el dedo, porque en el itacate no había nada chido. Tuvimos que encargar unos jochos que nos los bajamos con unas chelas. Como sea, nos la pasamos bien padre”.

Si eres mexicano, seguramente entendiste esta breve anécdota cargada de palabras y expresiones de uso popular en el habla de la nación con más hispanohablantes del mundo: cerca de 130 millones de personas.

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Pero si no eres mexicano, podría resultarte difícil entender la historia —que al final de este articulo te “traducimos”— a menos que tuvieras un Diccionario de Mexicanismos como el que publicó la Academia Mexicana de la Lengua (AML) recientemente.

La obra, compilada por un equipo de expertos de esta institución encabezado por la lingüista Concepción Company, recoge más de 11.000 lemas o artículos lexicográficos del habla mexicana. Los explica en unas 22.000 acepciones.

Muchas de esas palabras y términos, de hecho, son compartidos con otros países de habla hispana, principalmente de América Latina. Pero más de 6.000 en este diccionario son lemas muy propios del habla mexicana.

“Hay algunos que son complejísimos, que tienen 30 o 40 acepciones que nos son propias o identitarias”, explica Company en entrevista con BBC Mundo.

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El título del diccionario también hace énfasis en que muchas palabras son compartidas con otros hispanohablantes, principalmente de América Latina.

El verbo “dar”, por citar uno complejo, se conjuga con un gran número de palabras propias y compartidas con el español general para representar muchas ideas y conceptos.

“Dar aire (despedir, ahuyentar) , dar atole con el dedo (engañar), dar baile (timar), dar baje (robar), dar calambres (tener miedo), dar carrilla (vacilar), dar charolazo (usar influencias para conseguir algo), dar chicharrón (matar), dar color (dar idea de algo), dar el changazo (caerse), dar el brinco (llegar a otro nivel), dar el azotón (tropezarse), dar el marranazo (darse un porrazo)” son ejemplos de esta variedad.

“Los mexicanismos no son ni un mejor ni un peor uso del español. Cada país tiene sus propias palabras y lemas que son parte de su identidad, cultura e historia, como el caso de México”, señala Company.

Las raíces de los mexicanismos

A lo largo de cinco siglos, el español que se habla en México se ha enriquecido por dos grandes influencias: el náhuatl que hablaban primordialmente los pueblos originarios del centro y sur del país, y el maya hablado en la península de Yucatán.

Ambas lenguas prehispánicas se desarrollaron por cientos de años antes de que en 1517 se escuchara por primera vez el español en el territorio que hoy es México con la llegada de los expedicionarios de la corona de Castilla.

Las formas de llamar a las cosas propias de los pueblos indígenas no se terminaron con la llegada del español, sino que muchas de ellas se mezclaron con la lengua dominante y han perdurado a lo largo de estos cinco siglos.

‘Itacate’ es el regalo de comida que el anfitrión hace en una casa a sus invitados antes de irse. La palabra y concepto es prácticamente inexistente en el resto del mundo. Es un indigenismo de usos y costumbres heredados milenariamente”, explica Company.

Por otra parte, la historia y geografía de México —que tiene de vecino a un Estados Unidos de tanta influencia mundial— han producido préstamos y adaptaciones, principalmente del inglés.

Tal es el caso de “hotdog”, que en algunas zonas de México se conoce como “jocho”. Aunque los mexicanos entienden el concepto de “perrito caliente” para llamar a esa comida, la lingüista señala que el uso compartido de hotdog o jocho es lo que genera un mexicanismo.

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Los mexicanismos surgen de la creatividad de los hablantes y están en constante evolución.

“Tenemos inglés a montón, pero no pasa nada. El inglés (también) está lleno de español. El contacto enriquece las lenguas, aunque los hablantes normales creemos que los préstamos son productos de impurezas de las lenguas y no, pues son productos de contactos humanos”, abunda la lingüista.

“La palabra ‘mango’ es de India y no pasa nada. ¿Por qué nos vamos a asustar si tenemos 5.000 arabismos en la lengua española?”, cuestiona.

Y aunque pareciera que los mexicanismos son del habla popular de las banquetas (veredas, aceras), Company subraya que también hay mexicanismos cultos que reflejan un uso de la lengua española con características doctas.

“‘Parteaguas’, por ejemplo, es un mexicanismo culto que se usa en lugar de ‘hito’, como sucede en otros países de habla hispana para referirse a un ‘antes y un después’ de un suceso. Es una palabra muy bonita, una reminiscencia del mundo marítimo”, señala Company.

Pero también hay mexicanismos por prelación, que son aquellas palabras que los hablantes prefieren sobre otras del español general.

“Los mexicanos preferimos pararnos, no ponernos de pie. Preferimos decir güero a rubio, prieto a moreno, barrancas a barrancos. Decimos cuando yo sea grande, en lugar de cuando yo sea mayor”, ejemplifica la también directora de lexicología de la AML.

“Eso no significa que no conozcamos el español general, sino que la comunidad elige y le da jerarquía a ciertas formas, y eso se llama prelación. Y esa prelación genera una profunda dialectalización de mexicanidad”, añade.

Una lengua “picante”

No fue una labor sencilla para la AML conformar un diccionario en un país con casi 130 millones de hablantes en México (más otros millones más en EE.UU.), tan extenso de norte a sur y este a oeste, y con diversidad de influencias muy regionales.

Las formas de hablar en el centro de México no son las mismas en el noroeste o el sureste. Pero el hecho de que el 45% de la población mexicana habite el altiplano central hace que el español de esa región sea el predominante.

Entre esa diversidad, Company señala que han detectado un área común muy peculiar: “Hay un mundo sexual riquísimo, gozoso. El español de México se mueve realmente por el mundo sexual, es uno de sus grandes ejes”, expone.

“En ‘arrimar el camarón’ o ‘arrimar fierros’ se ve claramente (…) Genera léxico una y otra vez. Hay un gusto gozoso de la sexualidad, que no deja de ser machista. Pero hay un montón de palabras que se mueven en esta estructura sexual, donde es claramente que un hombre posee a otra persona”.

Si bien el habla de muchos mexicanos puede tener esa carga “picante”, obviamente no se le da ese uso en el día a día necesariamente o en entornos formales.

“Cuando mi interlocutor no me es conocido, o lo percibo más distante comunicativamente, automáticamente cualquier hablante de cualquier nivel y con cualquier grado de educación escolar, va a emplear un léxico más general”, explica Company.

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“¡La verdad, sí!”. Decir “al chile” en México es una expresión que significa “de verdad”.

Volviendo al relato inicial de este artículo, esta sería su “traducción” al español más general:

“Íbamos a tener un momento íntimo cuando recordé que traía en el automóvil una parte de las viandas que me regalaron en la fiesta de ayer. Lo recogí y entonces le dije a mi chica: ‘¡Vamos!’”.

“En el acto, casi doy un paso en falso y mi novia grita ‘¡cuidado!’, pero en lugar de ayudarme, de inmediato se echa a reír, muy mala onda. Iba a caer muy duro, ¡casi me muero!”.

“Pero bueno, nos mimamos un rato y nos dio hambre. Pero se ve que me engañaron, porque en las viandas no había nada bueno. Tuvimos que encargar unos perritos calientes que nos los bajamos con unas cervezas. Como sea, nos la pasamos muy bien”.

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Este artículo es parte del Hay Festival Querétaro, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza del 7 al 10 de septiembre de 2023. Puedes ver toda nuestra cobertura haciendo clic aquí.

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