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Cómo era la Universidad Flotante, la única en la que Marie Curie pudo estudiar

En 1883 era virtualmente prohibido ser polaco, o al menos ejercer como tal.

Polonia, como estado independiente, no existía desde 1795, cuando fue invadido y repartido por sus tres poderosos vecinos: Rusia, Prusia y el Imperio austrohúngaro.

Rusia se quedó con la mayor parte y con la capital, Varsovia.

Al principio, los polacos tuvieron cierto grado de autonomía, pero se fue evaporando con cada intento por recuperar la independencia.

Tras el Levantamiento de enero de 1863, las autoridades zaristas ya estaban hartas y decididas a tornar a los polacos en “buenos rusos”, leales a quien también era el rey de Polonia: el emperador de Rusia, Alejandro II.

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Así que esta vez no se limitaron a ejecutar a insurrectos capturados y enviar a decenas de miles de polacos a campos de prisioneros en Rusia Central y Siberia.

Desmantelaron todas las instituciones administrativas y políticas autónomas, el sistema de justicia y la banca, y atacaron con severas represiones a la Iglesia católica, uno de los principales pilares de identidad y la tradición polacas.

Pero ¿qué mejor manera de erradicar la conciencia nacional polaca de las mentes y los corazones que a través de la educación y la cultura?

La rusificación

Si desde niños los polacos nunca aprendían aquello que había inspirado a los adultos a sublevarse, el futuro estaba asegurado.

Entonces se implementaron 12 agencias separadas de censura, que prohibieron la publicación y representación de las obras de dramaturgos, poetas y novelistas polacos.

Pasajes que se referían a la historia de Polonia fueron eliminados de los libros y el ruso se convirtió en el idioma oficial de instrucción en las escuelas, donde los estudiantes no podían usar su lengua materna ni siquiera en conversaciones privadas.

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Ninguna de las obras de los venerados escritores polacos podían representarse. (Plaza del Teatro de Varsovia, por Marcin Zaleski, 1863).

En 1869, las dos instituciones polacas más importantes, la Universidad Real de Varsovia y la Escuela Principal de Varsovia, fueron cerradas y se creó una universidad rusa.

El afán por rusificar la educación tuvo consecuencias nefastas para la calidad, que disminuyó drásticamente.

En este entorno, lenta pero consistentemente, se desarrolló el sistema no oficial de educación.

A toda costa

La educación clandestina empezó con asociaciones secretas de estudiantes de secundaria que, a pesar del riesgo de encarcelamiento y grandes multas, aparecieron a principios de la década de 1880.

En esos “círculos de estudiantes” se estudiaban materias excluidas de los planes de estudio oficiales; no sólo la historia y la literatura polacas, sino también el pensamiento positivista y científico de Europa occidental.

Así, junto a obras de escritores polacos, estaban Charles Darwin, Karl Marx y otros autores cuyas obras o estaban prohibidas o no disponibles, por lo que cada círculo ambicionaba crear su propia biblioteca secreta de libros raros y prohibidos.

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El sueño era una biblioteca secreta.

En pueblos y ciudades, los maestros impartían clases privadas en sus hogares, mientras que en las aldeas las campañas para educar a los campesinos se disfrazaban de “Sociedades apícolas” y “Asociaciones deportivas”.

En Varsovia, este tipo de educación alcanzó una forma más permanente y organizada en 1884 con la Sociedad para la Educación Clandestina, la cual, con sofisticadas redes de comunicación, advertía de cualquier peligro, y empleaba a un número relativamente grande de maestros.

Para 1905, esta sociedad estaba educando a aproximadamente la mitad del número de los estudiantes de secundaria que asistían a escuelas oficiales.

Y, como la situación respecto a la educación superior era igualmente difícil, y para las mujeres, imposible, para ese entonces una institución igualmente peculiar ya cumplía 20 años de existencia.

De aquí para allá

Al principio algunos la llamaban “la Universidad de las Chicas” pues su alumnado era exclusivamente femenino.

Las mujeres estaban vetadas de las universidades, pero eso no impedía que desearan educarse, no sólo por el apetito de saber y las ideas de emancipación que llegaban de Europa occidental.

Muchas habían quedado viudas tras el Levantamiento de Enero y eran el único sostén de sus familias; sin educación era imposible conseguir empleos con salarios razonables.

En 1882, sorteando todos los obstáculos unos pocos grupos de alumnas empezaron a reunirse en secreto para procurarse la educación superior que tanto anhelaban.

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Las mujeres estaban vetadas de las universidades.

Tres años después, por iniciativa de Jadwiga Szczawinska, una joven erudita, la Universidad Flotante o Volante adquirió un carácter más sistemático, con su propio programa de estudios, presupuesto y una organización centralizada con una junta de fideicomisarios.

El nombre reflejaba el hecho de que las clases se llevaban a cabo en apartamentos privados y la ubicación cambiaba con frecuencia, debido a que tanto los profesores como los estudiantes se arriesgaban si eran descubiertos a castigos que incluían encarcelamiento, deportación a Siberia y altas multas.

Una entre 5.000

La universidad estaba dividida en cuatro departamentos: ciencias sociales, filología-historia, pedagogía y ciencias físicas.

El período completo de estudio duraba de 5 a 6 años con 8 a 11 horas de conferencias por semana.

Contaba con más de 30 distinguidos académicos como el sociólogo Ludwik Krzywicki, el filósofo Adam Mahrburg y el historiador Wladyslaw Smolenski, entre otros.

A pesar de los riesgos, la universidad se hizo muy popular, no sólo entre mujeres.

Poco después de su inicio, atrajo a una población sustancial de estudiantes varones que acudieron en masa pues, además de ofrecer conferencias sobre las materias prohibidas, su nivel de excelencia académica era más alto que en la Universidad Rusa de Varsovia.

Según el historiador Bohdan Cywinski, el número de estudiantes que deseaban asistir a la universidad en el año académico 1889/90 alcanzó casi mil, mucho más allá de la capacidad de la universidad.

El número total de graduados entre 1885 y 1905 se estima en 5.000, entre ellos Maria Sldodowska Curie, quien más tarde sería la química y física de renombre mundial dos veces ganadora del Premio Nobel.

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Otros famosos que asistieron o trabajaron en la Universidad Flotante fueron el precursor de la lucha en favor de los derechos de los niños Janusz Korczak, la escritora Zofia Nałkowska y la antropóloga Maria Czaplicka.

Un fin con puntos suspensivos

La Universidad Flotante existió como una institución ilegal hasta 1906 cuando, en la ola de liberalización en la educación que siguió a las huelgas escolares en la partición rusa, se transformó en la semi-legal Sociedad de Estudios Académicos o TKN, por sus siglas en polaco.

Aunque nunca se le concedió el estatus de universidad y fue acosada por las autoridades, la Sociedad sobrevivió hasta 1918, cuando Polonia recuperó su soberanía.

En 1919, la obra y las tradiciones de la Universidad Flotante y de TKN continuaron como una universidad pública: la Universidad Libre Polaca.

Pero aunque ese es el fin de la historia de la original, su espíritu renacería en otros dos momentos de oscuridad.

La más peligrosa de las iteraciones existió tras la invasión de Polonia de 1939, con la ocupación alemana y soviética del territorio.

Según las teorías raciales nazis, los eslavos no necesitaban educación superior pues toda la nación se convertiría en siervos de la raza alemana.

La educación que no sirviera como herramienta de subyugación debía ser abolida.

Las personas cultas, que tenían un sentido de identidad nacional arraigado, debían ser eliminadas, para evitar que “infectaran” al resto de la población o forjaran un fuerte movimiento de resistencia.

Pero los restos de la intelectualidad polaca que evadieron la deportación a campos de concentración o la muerte hicieron exactamente lo que los nazis temían: educaron a otra generación de polacos.

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El papa Juan Pablo II.

Reviviendo la tradición de la Universidad Flotante, crearon un sistema educativo clandestino completo impresionante, compuesto por niveles elemental, medio y universitario, que instruyó a cientos de miles de personas.

Hasta la Iglesia católica operó seminarios clandestinos, y uno de los beneficiados fue Karol Wojtyla, quien se convertiría en el papa Juan Pablo II.

Los jóvenes que lucharon en la mayor rebelión civil contra la Alemania nazi, el Levantamiento de Varsovia de 1944, eran estudiantes de esa Universidad Flotante.

No más vuelos

Los nombres “Universidad Flotante” y “TKN” también se utilizaron durante la época de la dominación comunista en la República Popular de Polonia, cuando el plan de estudios volvió a ser una herramienta de la política, y gran parte de la historia polaca fue censurada en un intento de borrar la historia de los conflictos polaco-rusos.

La tradición fue revivida primero por la Sociedad de la Universidad Polaca Libre activa en Varsovia desde 1957, y luego desde 1977 por la nueva Universidad Flotante y la Sociedad de Cursos de Ciencia, apoyadas por disidentes polacos.

En ese caso, impartía clases, principalmente sobre Derecho, Economía, Política y Sociología, pero no se otorgaban diplomas.

Varios participantes fueron acosados por las autoridades, pero la universidad siguió activa hasta la imposición de la ley marcial en Polonia en 1981, que, aunque diseñada para destruir el movimiento sindical Solidaridad, también reprimió estas actividades académicas.

Fue solo en 1989, cuando las elecciones pacíficas finalmente trajeron la democracia a Polonia, que la necesidad de universidades voladoras o flotantes finalmente llegó a su fin.

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