Debido al confinamiento, miles de estudiantes tuvieron que abandonar las aulas de sus escuelas y adaptar un rincón de su hogar para continuar con su educación, ahora, de manera digital y remota.
De acuerdo con un análisis de Education at a Glance, dependencia de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), las universidades (junto con la mayoría de las escuelas de todos los niveles educativos) estuvieron cerradas alrededor de 264 días, en el país. En otras naciones estas instituciones solamente cerraron entre 55 y 101 días.
En ese contexto, la suspensión de actividades tuvo un fuerte impacto en cuestiones físicas, psicológicas y anímicas.
Al respecto, en un estudio realizado por la Universidad Autónoma de Guadalajara se reveló que, durante 2020, el 6% de los estudiantes de esa institución solicitaron apoyo psicológico urgente después de experimentar cambios emocionales como tristeza, enojo y hastío.
En junio de 2020, el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) también reportó un aumento en tendencias depresivas, en un 40%; ansiedad, en un 35%; y apneas, en un 50%. Lo anterior con relación a su grupo de alumnado mayor a 16 años.
Impacto anímico de la Covid-19
Como vemos, vivir una pandemia fue y sigue siendo un gran reto para los estudiantes. Según el estudio “Universitarios mexicanos: lo mejor y lo peor de la pandemia de COVID-19”, realizado por estudiantes de la Facultad de Psicología de la UNAM, entre las experiencias negativas que experimentaron los encuestados se encuentran las relacionadas con la cancelación de planes académicos, profesionales y personales.
Tal es el caso de Samantha, estudiante de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM (quien pidió que no se publicara su nombre real en este artículo). Ella se encontraba estudiando su último semestre de la carrera cuando la pandemia llegó de manera súbita. Al ver la situación que estaba ocurriendo alrededor del mundo y, en particular, en su familia, comenzó, de manera involuntaria a relegar a la escuela a un segundo plano.
“Antes de la pandemia mi única prioridad era la escuela. Con la pandemia comencé a ver otras situaciones familiares. La pandemia nos estaba afectando económicamente y en cuestión de salud tanto a mi familia como a mis conocidos. Quizá fue algo malo de mi parte darle peso a otras cosas. Sin embargo, no puedes evitar que tu entorno te afecte, pues estás viviendo una situación que no conocías y que te sobrepasa”, dice Samantha.
Lo mismo ocurrió con Martha Montoya, también estudiante de la UNAM. Ella abandonó por un tiempo su carrera. “La situación fue bastante agobiante y angustiante para mí. A eso se le sumó que el sistema de enseñanza en línea no funcionaba al 100% sino todo lo contrario. Creo que hubo muchos tropiezos ahí. Entonces decidí no cursar el semestre”.
En un principio, agrega, “pensé que la pandemia iba a durar tres semanas y que en cuestión de un mes ya íbamos a poder regresar a nuestras actividades normales. Sin embargo, en cuanto vi que esta situación comenzó a prolongarse, empecé a preocuparme mucho. Ya no supe qué pasaba con mi servicio social y tampoco supe qué pasaba con mis materias”.
Como en el caso de Martha, el incremento de estrés agravó otros síntomas en decenas de miles de estudiantes y causó confusión e irritabilidad. También desestabilizó la salud mental de los jóvenes por causas externas a lo meramente académico, como son las relacionadas con las condiciones socioeconómicas y de salud de conocidos y familiares.
Inestabilidad psicológica y crisis escolar
“Al principio tuvimos mucha resistencia. No se querían las clases en línea. Los alumnos presentaban aburrimiento, apatía, no participaban… Incluso no prendían su cámara. También se perdieron muchas rutinas: no había higiene del sueño; los horarios de comida eran variados… Lo anterior generó mucho estrés y mucha ansiedad”, declaró Mariana Oest, coordinadora de Promoción y Admisión en la Universidad Panamericana.
Al respecto, Janet Rosillo, estudiante de odontología, contó que la pandemia desencadenó una serie de eventos con los que le costaba lidiar para continuar con sus estudios. “Yo estaba embarazada y mi embarazo era de alto riesgo. Entonces, debía pasar casi todo el día en cama. Para mí, eso era frustrante y tenía episodios depresivos. Me la pasaba llorando. Esto repercutió en mis estudios porque ya no tenía la misma atención. Era difícil estudiar”.
Por su parte Martha, comparte que los problemas de salud mental que comenzó a desarrollar en la pandemia le impedían socializar. “Me di cuenta que me costaba socializar con las personas, y eso me frustraba mucho. Me costaba mucho trabajo expresarme, por ejemplo, en clases cuando yo quería decir algo, no lo hacía porque pensaba que se iban a burlar.
“Pensaba: ‘para qué me despierto si todo sigue igual que ayer’. También, con la pandemia mi mamá perdió su trabajo. Entonces, económicamente estábamos muy debilitados. Hubo un punto en el que también dije: ‘¿para qué estoy aquí?, ¿para qué sigo mi vida si estoy estorbando? No estoy generando ingresos para mi casa, no tengo trabajo… Las clases que tengo, las odio y no me quiero conectar’”, relata.
Este tipo de pensamientos y emociones fueron una constante entre los estudiantes pues, según datos del estudio “Impacto psicológico en estudiantes universitarios mexicanos por confinamiento durante la pandemia de COVID-19”, el 15.2% de los alumnos de escuelas de educación superior sintió depresión y una baja percepción de valor personal.
Deserción escolar y reacción de las universidades
La pandemia, además de provocar distintos problemas de salud mental y emocional, llevó a que muchos alumnos abandonaran sus estudios. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y su encuesta “COVID-19 en la Educación”, alrededor de 5.2 millones de alumnos, entre los 3 y 29 años, desertaron para los cursos educativos 2020-2021, esto derivado de la imposibilidad de contar con los dispositivos especiales para conectarse a las clases, el estrés, la falta de recursos económicos y una mala calidad en la instrucción.
“Vi que muchos compañeros empezaron a dejar de estudiar. Nunca se estableció un mecanismo para apoyar en caso de que los alumnos presentaran problemas (…) Me acuerdo de compañeros que decían ‘no me siento bien’. Sin embargo, parecía que tenía que pasarte algo fuera de lo normal para que te hicieran caso”, enfatiza Samantha.
Desde el punto de vista institucional, incluso con anterioridad a la irrupción de la pandemia, las universidades ya contaban con departamentos, clínicas y áreas de atención psicológica, mental y de orientación emocional para sus alumnos. La problemática consistió en que muchos jóvenes se demoraron en acudir a estas instancias de apoyo.
“Ir a terapia no es fácil porque, al final, es un proceso al que te tienes que enfrentar sola. Aunque tengo el apoyo de mis papás, yo soy la única que sabe todo el miedo que siento”, confiesa Martha.
Con todo, instituciones como la Universidad Panamericana incrementaron acciones para prestar atención a los problemas psicológicos y emocionales que presentaron los alumnos.
“Una de las medidas que siempre ha tomado la universidad es tener una atención central en la persona. Entonces, los alumnos siempre han tenido un asesor que los va acompañando en la parte académica hasta que egresan de la universidad. Estos asesores recibieron capacitaciones para poder reconocer qué problemas estaban presentando los alumnos, ya sea un tema de orden económico, en aspectos relacionados con la salud mental u otros derivados de la pandemia”, informó Mariana Oest.
La Universidad La Salle también hizo lo propio y, por ejemplo, creó un programa de teleconsultas para que los alumnos, docentes y colaboradores administrativos tuvieran atención psicológica oportuna.
Por su parte, la Universidad Nacional Autónoma de México brindó varios servicios de atención psicológica para que los alumnos pudieran atenderse gratuitamente durante la situación que se estaba viviendo.
Como los ejemplos anteriores, la mayoría de las instituciones de educación superior establecieron y siguen implementando acciones de atención a su comunidad universitaria. El objetivo es recuperar la estabilidad de las personas, a pesar de todos los cambios que ha provocado la pandemia.
Si como estudiante te sientes inquieto y consideras que podrías requerir este tipo de apoyo, no lo dudes: pregunta a tus maestros o asiste a las áreas especializadas en estos temas dentro de tu universidad. También puedes acudir a instituciones gubernamentales o privadas. Todo depende de lo que a ti te haga sentir más cómodo.
“Si los alumnos están bien en el área emocional y mental van a tener un mejor resultado en su carrera universitaria y en otras situaciones que les esperan a lo largo de su vida adulta y en su futuro profesional”, finalizó la doctora Tania Eugenia Martínez Lizárraga, quien es directora de la Clínica de Salud Mental de la Universidad Panamericana.