Falta de inversión, políticas y recursos, además de pocos canales de difusión y oportunidades de comercialización, son algunas de las olas que han tratado de sortear las universidades en el país con la intención de llevar a buen puerto sus iniciativas de investigación e innovación, casi siempre guiadas por el ingenio del mexicano y su deseo de contribuir a la sociedad.
“Como ha podido, el sector mexicano ha buscado investigaciones para tratar de mantener un ritmo de producción más o menos competitivo. Hay avances muy interesantes en algunos ámbitos y disciplinas: en ciencias sociales existen elementos que nos colocan en el debate internacional. Sin embargo, en general, el sector ha hecho esto en un entorno que se puede calificar como adverso”, admite el doctor Fernando Nieto Morales, profesor investigador del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México (Colmex).
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Prueba de ello, agrega el doctor Érick Gilberto Espinosa Martínez, quien es director del Centro de Investigación, Innovación y Desarrollo Tecnológico (CIIDETEC) Coyoacán, es que la inversión a nivel nacional en investigación y tecnología es de apenas el 0.5% del Producto Interno Bruto (PIB).
“Es muy poco comparado con los países que más invierten: Estados Unidos con el 2.7% y China con el 2.1%”, precisa el directivo.
Opina que si se alcanzara la inversión del 1%, la nación podría avanzar hacia un “desarrollo aceptable”. De la mano de este cambio, subraya, deberían combatirse otros dos obstáculos de gran peso: la fuga de cerebros y la burocracia y regulación.
“Hay poco interés (en la investigación) de parte del gobierno, con una política a veces contradictoria. No ha sido fácil, tenemos un sistema golpeado y, a pesar de eso, tratan de mantenerse a flote un montón de proyectos relevantes”, precisa Nieto Morales, quien se interesa por temas que tienen que ver con cambio y organización del sector público; corrupción administrativa; patologías y tramitología burocráticas, profesionalización y apertura de la función pública, entre otros.
Desde luego, el factor económico también incide de manera considerable. En la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG) se echa mano de una sinergia que involucra a empresas y gobierno local.
No obstante, acepta su director de Investigación y Desarrollo Tecnológico, el doctor Efrén Aguilar Garnica, todavía no es posible cantar victoria.
“Todo lo que hacemos es bajo el marco de un plan estratégico de investigación. Y el objetivo de este es generar ciencia y hacer la transferencia de tecnología que se derive de ella, pero con un impacto a la sociedad”, resalta.
Cita un proyecto de detección de biomarcadores clínicos en cáncer colorrectal, aunque falta la aplicación en clínicas u hospitales.
“¿Cómo lo vamos a explotar? Se requiere trabajar en nuevas políticas de transferencia de tecnología, con lo que el conocimiento será trasladado al mercado con beneficio para los investigadores (…) Queda claro que no queremos hacer ciencia aislada”, recalca Aguilar Garnica.
El camino para conseguir una patente
Tras el esfuerzo propio del trabajo, se presenta otra prueba importante. Y es que los procesos ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial, mejor conocido como IMPI, pueden prolongarse hasta por cinco años, formula el doctor Martín Pérez Santos, de la Oficina de Transferencia de Tecnología de la Dirección de Innovación y Transferencia de Conocimiento de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP).
No obstante, los centros de educación superior del país han apostado por el apoyo, la capacitación continua y el reconocimiento para que ese posible lustro, en la búsqueda de una patente, no sea motivo de abandono del proyecto.
En la BUAP, por ejemplo, “buscamos escalar las tecnologías desarrolladas por los investigadores por medio de mecanismos que faciliten las pruebas exigidas por las normas mexicanas.
“De este modo, después se dará la transferencia tecnológica. Asimismo, nos vinculamos con empresas interesadas en nuestras patentes. Esto implica negociaciones y, sobre todo, una inversión económica considerable que debe correr a cargo de las industrias”, indica.
El sitio web HazPatenteUNAM es otra muestra, donde la Coordinación de Vinculación y Transferencia Tecnológica de la máxima casa de estudios orienta a su comunidad investigadora en asuntos de protección de la propiedad intelectual (PI) y trámites de registro ante dependencias como el IMPI, el Instituto Nacional del Derecho de Autor (Indautor) y el Servicio Nacional de Inspección y Certificación de Semillas (SNICS).
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Así, mediante guías, charlas, talleres y la creatividad universitaria, la que es considerada una de las mejores universidades de América Latina ostenta un 100% de patentes concedidas entre 2020 y 2024, al cabo de 182 solicitudes.
El curso más reciente inició, en la modalidad en línea, este lunes y concluirá el 27 de septiembre, y abarcará temas como derechos de autor, propiedad industrial, convenios y contratos.
En tanto que el Programa para el Fomento al Patentamiento y la Innovación (Profopi), destinado a reconocer los trabajos con mayor capacidad de llegar al mercado o de proporcionar una solución de manera más innovadora, funge como el otro gran escaparate para consolidar a la UNAM como la institución educativa con más solicitudes de patentes concedidas por parte del IMPI.
En la edición del año pasado se recibieron 20 tecnologías protegidas con solicitudes de patentes de 2022, las cuales simbolizan el talento y compromiso de 87 investigadores universitarios.
Un faro en medio de la tormenta
Entre el riesgoso oleaje, los expertos ven algunos destellos favorables para el futuro de la investigación e innovación desde las universidades mexicanas. En este sentido, para el representante del Colmex es alentadora la idea de transformar el Conahcyt en la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación, además de que se pondrá al frente a una persona cercana a la investigación, Rosaura Ruiz Gutiérrez.
“Por supuesto, el cambio de nombre no garantiza una política más articulada (…) Sí creo que hay señales positivas, pero persiste la desinformación alrededor y las grandes expectativas por las necesidades no cubiertas y agravadas durante la última administración”, resalta.
En opinión del directivo de la UAG, otro componente alentador es el ímpetu de los mexicanos, el ingenio que les permite resolver problemas.
“Tal vez necesitamos un poco más de disciplina para no quedarnos en la solución. Es fundamental ver cómo esta puede aportar a la sociedad”.
Indica que existen investigadores distinguidos que realizan trabajos en México y que son reconocidos también internacionalmente, al igual que mexicanos en el extranjero que desempeñan un papel óptimo en la ciencia.
“Lo cierto es que debemos quitarnos ese estigma de que el desarrollo científico no merece una recompensa económica”, finaliza.