Los sindicatos en Estados Unidos han sufrido un declive importante desde comienzos de los años 80. Según datos de la Oficina de Estadísticas Laborales, más del 20% de los trabajadores pertenecían a un sindicato en 1983 (el primer año del que hay datos). En 2022, ese número se había reducido a la mitad.
El declive -que muchos expertos atribuyen a cambios en las políticas en favor de los empleadores, un aumento de las leyes sobre el derecho al trabajo que debilitan el poder de organización y negociación colectiva de los empleados y una tendencia a la subcontratación- ha dejado a EE.UU. con una de las densidades sindicales más bajas entre las principales economías.
Pero incluso con la reducción en el número de miembros, el apoyo de los trabajadores a los sindicatos ha aumentado.
En agosto de 2022, Gallup registró los niveles más altos de apoyo a los sindicatos desde los años 60, el 71% de los estadounidenses aprueba los sindicatos, y uno de cada 10 trabajadores no sindicalizados dice estar “extremadamente interesado” en sumarse a uno.
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Las iniciativas sindicales de alto perfil han dominado los titulares: en años recientes, trabajadores de Amazon, Starbucks y varias universidades se han organizado.
El sindicato de guionistas y actores de EE.UU. continúa en huelga por demandas de aumentos salariales y de beneficios, así como por una mayor protección frente al desarrollo de la Inteligencia Artificial.
Y entre los que están en primera línea se encuentran los trabajadores más jóvenes que lideran el renovado impulso en favor de los sindicatos. La generación Z (nacidos entre la mitad de los 90 y la mitad de los 2000) es, de acuerdo al Centro para el Progreso Estadounidense, “la generación más prosindicato que existe actualmente”.
“Creo que se está entendiendo mejor de que si tienes un trabajo, necesitas un sindicato”, dice Jaz Brisack. La joven de 26 años fue una de las primeras líderes de las luchas sindicales en Starbucks en Búfalo, Nueva York, en 2021.
Contexto
La participación y el apoyo de la generación Z a los sindicatos organizados tiene sentido si consideras el contexto de su experiencia, explica Kate Bronfenbrenner, directora de investigación sobre educación laboral y profesora de la Escuela de Relaciones Industriales y Sindicales de la Universidad de Cornell, EE.UU.
“Primero que nada, ellos crecieron escuchando que iban a estar mejor que sus padres”, dice. “El hecho es que tuvieron dificultad para encontrar trabajo, y los trabajos que encontraron no eran tan buenos como los de sus padres”.
“Ellos y la generación que les siguió cargan con deudas de la universidad. Están mirando a un mundo en el que tienen que pensar si tener hijos o no por el cambio climático”.
“Están preocupados por otros temas sociales más amplios como los derechos reproductivos o el control de armas y planean hacerle rendir cuentas al gobierno y a los empleadores por estos temas”, agrega.
Las prácticas de algunas empresas durante la pandemia, continúa Bronfenbrenner, aumentaron el entusiasmo de los trabajadores de la generación Z por los sindicatos: los empleados de bajos ingresos, los trabajadores de servicio y aquellos sin títulos educativos tuvieron dificultad para conseguir equipos de protección personal, atención médica y licencia remunerada por enfermedad.
Informes del Instituto de Políticas Económicas muestran que, en 2020, poco más del 10% de los trabajadores considerados “esenciales”, incluidos los del sector de ventas, estaban protegidos por un contrato sindical.
En cambio, los trabajadores que estaban representados por un sindicato, tuvieron más posibilidades de acceder a mecanismos internos y externos para defenderse en temas de seguridad y salud.
“Muchos de estos trabajadores estaban en primera línea”, dice. “Cuando pidieron algo tan sencillo como un equipo de protección personal o tiempo libre para cuidar de sus familias, o no ir al trabajo cuando estaban enfermos, sus empleadores les diferon que no. Los trabajadores están dispuestos a tolerar mucho, pero poner en riesgo su vida y la de sus familias es demasiado, y creo que eso fue la gota que rebalsó el vaso”.
Brisack dice que su empleo en Starbucks -en medio de la escasez de trabajo vinculada a la pandemia- les hizo sentir “que nadie vendría a salvarnos”. Eso los inspiró a tratar de buscar sus propias soluciones, y fue clave para sus intentos de organizarse, que involucraron a muchos de la generación Z y otros simpatizantes de la causa.
Brisack ahora cree en el poder de los sindicatos para crear igualdad en lo que considera una estructura de poder no equitativa. “Creo que la gente está mirando hacia atrás y ve que lo que realmente creó mejor un mejor nivel de vida en el pasado fue la densidad sindical y está más abierta a la idea de organizarse”.
Generación Z vs el mundo
Los baby boomers tenían muchas cosas que los unían, dice Bronfenbrenner, ya que la generación se “involucró mucho políticamente con los derechos civiles, los movimientos de las mujeres y el movimiento en contra de la guerra”.
Pero hacia finales de los años 70, “la situación cambió dramáticamente y el foco se centró más en cuidarse a uno mismo y hacer dinero”.
Investigadores consideran en general que la generación X es significativamente más independiente y autosuficiente; y los millennials, según investigaciones empíricas, son la generación más individualista de todas. La generación Z, en cambio, parece ser la generación colectiva.
Un proyecto de investigación de la Universidad de Stanford halló que el grupo nacido entre mediados de la década de 1990 y 2010, es altamente colaborativo.
Brisack cree que como la generación Z siente que la sociedad los ha decepcionado colectivamente, muchos ven como necesario actuar como grupo para mejorar las cosas.
Los esfuerzos de sindicalización impulsados por la generación Z también tienden a estar marcados por la pasión de esta generación por las causas sociales, y sus exigencias lo reflejan, dice Bronfenbrenner.
“Está la frase ‘organizarse por el bien común’”, dice. Y menciona varios momentos que hacen alución a ello, como por ejemplo la huelga de maestros en California que exigían iniciativas sostenibles y mejor atención para los estudianes sin techo.
“Los trabajadores de Starbucks exigían a sus empleadores que asumieran una postura sobre los derechos LGBTQ”, agrega.
Pero los organizadores de la generación Z no solo tienen nuevas exigencias, también están organizando nuevas industrias, que incluyen puestos salariales por hora, que tradicionalmente no estaban cubiertos por la protección sindical.
“Cuando empezamos a enfrentarnos a Starbucks, mucha gente del mundo sindical nos decía “este no es un buen objetivo. No es razonable”, dice Brisack.
“Las grandes corporaciones también pueden lanzar campañas y mensajes antisindicales a gran escala, que pueden ser difíciles de contrarrestar para una organización a pequeña escala”.
Pero si bien muchos organizadores de la generación Z como Brisack tienen expectativas realistas sobre lo que puede o no lograr la sindicalización en los trabajos de la industria de servicios, todavía creen que vale la pena.
“Obviamente, no vamos a conseguir pensiones y muchas cosas que los sindicatos pudieron lograr en el pasado en algunas industrias, al menos no sin una verdadera y sólida densidad sindical”, dice. “Pero creo que podemos cambiar el nivel de vida de ‘estos son los trabajos de la pobreza’ a poder desarrollar una carrera y ser trabajadores a largo plazo en estos roles sin sacrificar el nivel de vida”.
Organizadores eficientes
Más allá del entusiasmo por la organización, la generación Z es muy buena en ello.
Sus tácticas han evolucionado más rápido que los esfuerzos de las compañías por neutralizar a los sindicatos, y las protestas encabezadas por la generación Z han atraído una gran atención y apoyo público.
Los organizadores del medio de comunicación Business Insider, por ejemplo, emplearon una robusta campaña en las redes sociales. Algunos expertos dicen que esta técnica hizo que los ejecutivos reconocieran al sindicato luego de 13 días de huelga.
Esta innovación puede ofrecer una suerte de protección contras los esfuerzos de los empleadores de evitar la sindicalización, dice Bronfenbrenner.
“La creatividad toma al empleador por sorpresa porque los empleados se están divirtiendo. No se supone que se diviertan cuando hay una campaña antisindical, se supone que deben sentirse intimidados. Cuando los sindicatos hacen cosas creativas como usar memes, resulta que desarman el clima de miedo y conflicto”.
Y el dominio de la generación Z de las redes y la comunicación multiplataforma ayuda a crear apoyo público generalizado, añade.
Datos del Centro de Investigación Pew muestran que el sentimiento público hacia las corporaciones es cada vez más negativo. Y es más probable que la gente apoye a los trabajadores que actúan en su contra, dice, incluso cuando genera inconvenientes como la demora en la trasnmisicón de la nueva temporada de un show, o la demora en la llegada de un pedido por internet.
“Hay un público que está dispuesto a hacer sacrificios por los derechos de los trabajadores”, dice Bronfenbrenner.
Finalmente, lo que convierte a los trabajadores de la generación Z en industrias de servicios y empleos de bajos salarios en grandes organizadores, añade, es que se ven mucho menos afectados por los métodos tradicionales antisindicales, porque no les importa demasiado que los despidan.
“Estas compañías ya no les ofrecen pensiones o promociones a largo plazo. Ellos ya han pasado de trabajo en trabajo, con lo cual que los echen no es la misma amenaza”, comenta Bronfenbrenner.
¿Cambio o tendencia?
Incluso en medio de una tasa decreciente de sindicalización, la mayoría de los estadounidense creen que los sindicatos son buenos para los trabajadores. Y, a pesar de años de legislación en favor de los empleadores a nivel federal, a fines de agosto, el Departamento del Tesoro publicó un informe que muestra que los sindicatos fueron buenos para la economía.
La secretaria del Tesoro, Janet Yellen, escribió que la sindicalización “puede contribuir a revertir el marcado aumento de la desigualdad que hemos visto en décadas recientes, al promover el crecimiento de toda la economía”.
Resta por verse si los recientes esfuerzos de organizarse se traducirán en cambios a nivel sistémico o un regreso al tipo de densidad sindical que EE.UU. vio en el útlimo siglo.
Brisack cree que la sindicalización de las industrias de servicios con alta rotación genera un impulso.
“Puede que la gente pase de un trabajo a otro, en parte por que es una industria muy agotadora y de mucha eplotación, pero la gente se llevará consigo los principios sindicales”, dice.
“Una vez que pasaste por una campaña sindical, es mucho más difícil aceptar la explotación o condiciones injustas o no tener una voz en sitios de trabajo en el futuro”.
Bronfenbrenner dice que posiblemente se estén gestando desarrollos importantes.
Ha habido un cambio de guardia en la Junta Nacional de Relaciones Laborales, la agencia federal independiente que ofrece protección a los empleados del sector privado, dice, y quienes dirigen la agencia, “están respondiendo a su trabajo de una forma muy diferente, y se están tomando decisiones que facilitan la organización”.
Pero estos puestos son designados por el presidente, con el consentimiento del Senado, añade Bronfenbrenner.
“Todo esto puede cambiar con un nuevo gobierno y un nuevo Congreso. La pregunta es, ¿puede este nuevo impulso superar esto? ¿Se motivarán estos jóvenes para asegurarse de que el cambio suceda más allá de su lugar de trabajo? ¿Se desanimarán si el cambio no ocurre lo suficientemente rápido?”
*Este artículo fue publicado en BBC Worklife. Haz clic aquí para leer la versión original en inglés.