“Descubrí que había un vacío en la divulgación de la lengua”
Adrián Chávez, o @nochaveznada en TikTok, habla sobre cómo logró hacer viral la divulgación de la lingüística
Foto: @nochaveznadaLa falta de conocimiento sobre ciencia puede generar una comprensión limitada de fenómenos complejos. La divulgación científica es importante porque ayuda a explicar lo lejos que estamos de llegar al fondo de cualquier fenómeno. Adrián Chávez es uno de los influencers que se dedican a enfatizar lo complejo que es comprender la realidad. El rubro de su canal en TikTok, @nochaveznada, es el de los fenómenos lingüísticos.
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Sus videos cuentan con más de 21 millones de likes. En los clips explica por qué comprender la lengua es un desafío, algo muy diferente a juzgarla mediante el uso de reglas.
“No era mi intención hacer divulgación científica. Inicialmente, mi cuenta era para compartir opiniones, pero al comentar un video en el que se abordaba la discusión de pronombres que se refieren a personas no binarias, me di cuenta de la falta de divulgación lingüística desde una perspectiva científica y social”, confiesa.
La discusión sobre el pronombre “elle” se convirtió en un tema viral, y el ahora influencer aprovechó la controversia para compartir su visión sobre la naturaleza de la ciencia lingüística.
Chávez es egresado de la Licenciatura en Interpretación del Instituto Superior de Intérpretes y Traductores, y de la Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Es autor de tres libros. El último es el Manual del español incorrecto (Aguilar), en el que, en clave de humor, argumenta contra el espejismo del “buen español”.
Tuve el placer de conversar con él sobre algunas pasiones compartidas: la docencia, la ciencia y su divulgación por medio de videos y redes. Uno de sus canales de TikTok, @nochaveznada, cuenta con casi 800 mil suscriptores. Tengo un canal con la misma cantidad de suscriptores en YouTube. Sin embargo, la influencia que ejerce Adrián es incomparable. Mientras que el contenido que produzco deja de reproducirse a las pocas horas de publicarse, el suyo sigue con atención meses después de que lo lanza en las redes.
Me propuse preguntarle por algunas de las tácticas que utiliza para transformar la divulgación científica en contenido viral. Por nuestra conversación, descubrí que la estrategia de Adrián no solo es beber té mientras explica algún fenómeno; más bien consiste en tener una profunda comprensión de la naturaleza de la ciencia.
Me parece adecuado referirme a él en esta entrevista por su nombre de pila, no por su apellido. Me avergonzaría que, después de darme 40 minutos de su tiempo para argumentar que parte del éxito de su canal tal vez se deba a defender la manera en que se habla, sin disfrazar al lenguaje con formas artificiales, descubra que su entrevista está revestida de uno alejado al de nuestra conversación.
La ciencia defiende al hablante, no lo juzga
“La idea común es que la lengua tiene una lógica normativa, pero esa lógica es contraria a la científica. Por eso, la perspectiva científica de la lengua se convierte en una reivindicación del hablante, en lugar de una herramienta para corregir a quienes no siguen las reglas”.
En otras palabras, el canal de Adrián divulga la ciencia de la lengua, al mismo tiempo que se aleja del cientificismo, entendido este último como la aplicación indiscriminada de “leyes” universales y descontextualizadas.
“El conocimiento en lingüística no se traduce en un conjunto de reglas para corregir a los hablantes, sino en una explicación de por qué debemos defenderlos”, afirma.
Esa, entiendo, es una de las claves del éxito de @nochaveznada: ofrecer una visión educada y respetuosa de la lengua, una que invita al diálogo.
¿”Vistes” un vacío en las redes sociales?
“Descubrí que había un vacío en la divulgación de la lengua, que no había quien compartiera información desde una perspectiva científica y social. Así que empecé a diseñar una cuenta en la que pudiera compartir divulgación de la lingüística, incluyendo el entrecruzamiento con lo social. También comparto datos curiosos y etimologías, para hacer la información más accesible y atractiva”, afirma.
Le planteo a Adrián que al explorar diferentes canales de divulgación de la ciencia, descubrí que una característica que distingue a los más sofisticados y completos (yo diría, de auténtica divulgación científica) es que invitan a reflexionar desde distintas perspectivas un tema o fenómeno, en lugar de asumir o defender que solo hay un modo de pensar sobre él. Esto ocurre desde los que abordan temas más formales (como las matemáticas o la lógica) hasta los que tratan sobre ciencias duras (como la física), pasando por los que profundizan en asuntos sociales (como la historia o la economía). Quiero saber su opinión.
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“Es algo que siempre he abanderado muy vocalmente. Aunque parezca que estoy haciendo activismo, en realidad hago divulgación. Mis afirmaciones en redes pueden parecer incendiarias o provocadoras, pero en realidad son certezas que la lingüística ha establecido hace 100 años. El problema es que nuestro conocimiento general de la lengua parte del normativismo, así que parece que estoy llevando la contraria”.
“No se dice así…”
“Cuando la gente refiere ‘no se dice así’, lo que realmente está diciendo es ‘no se debería decir así’. Pero ¿cuál es la evidencia de que no debería decirse así? La ciencia no te va a decir qué hacer, sino que te pedirá evidencia para respaldar tus afirmaciones”.
Admiro la claridad de Adrián por abordar la manera en que hablamos y cómo la relaciona con estructuras de pensamiento tan arraigadas que apenas podemos detectar. Recuerdo que, desde la infancia, mediante dibujos animados, se nos presenta la imagen del científico como alguien rígido, aburrido y poco imaginativo. Ejemplos: el Dr. Bunsen Honeydew de los Muppets o el Dr. Doofenshmirtz de Phineas y Ferb. En las caricaturas, el científico siempre es alguien vestido de bata blanca, un técnico sospechoso de comunicar algo egoísta, turbio, dañino. No sorprende que de adultos persista una aversión a la ciencia y la imagen del científico como un técnico inflexible.
Pero la ciencia es lo contrario. Adrián lo ilustra en el caso de la lingüística.
“La ciencia no te va a decir qué hacer, sino que te pedirá evidencia para respaldar tus afirmaciones. Y la cuestión es que la evidencia que ofrece el normativismo es contradictoria, porque resulta que las cosas que afirma en un caso, en otro son exactamente las contrarias”.
Una crítica social
Adrián me explica que, desde el normativismo, ocurre que se rechaza una manera de decir las cosas porque “no tiene lógica”, a pesar de que en otros casos completamente convencionales, pertenecientes a la lengua culta, sucede lo mismo. “Pero en este, la normatividad se hace de oídos sordos”, formula el también aficionado en cha dao, el arte de preparar tés.
Añade que a veces el normativismo apela a que el uso de una minoría es incorrecto; se piensa que lo correcto se decide por el uso de la mayoría. Aunque en otros casos califica el uso minoritario como el correcto e ignora el mayoritario.
“El hecho de que la ciencia se contraponga a la normatividad es culpa de la normatividad. Si la normatividad apelara a la ciencia y buscara mejores argumentos, la lingüística podría encontrar puntos de comunicación”.
Luego me aclara que su posición no es revolucionaria desde la perspectiva científica. Su argumento me sugiere una crítica a la sociedad, a los medios y a los científicos: si su posición impacta a los dos primeros, es por el profundo alejamiento de ambos en la ciencia. Y está la falta de voluntad por parte de los científicos para hacer divulgación.
“Este conocimiento es común para los lingüistas, forma parte de la disciplina y no es algo innovador plantearse en contra del normativismo. Sin embargo, tal vez haga falta un poco más de compromiso social por parte de la comunidad lingüística para divulgar este conocimiento y llevarlo más allá de los círculos académicos”.
Lenguaje incluyente (¿o inclusivo?)
El lenguaje incluyente es un tema de debate actual. No está en controversia si se utiliza o no, ese es un hecho. La discusión es sobre si debería ser obligatorio en ciertos contextos, como universidades y oficinas públicas. Le pregunto a Adrián sobre su posición.
“No puedo responder si debería o no debería ser obligatorio desde el punto de vista de la lingüística. La tarea de la lingüística es describir el estado de las cosas, por lo que este fenómeno del lenguaje incluyente es algo que está ocurriendo en muchos idiomas y contextos. Los hablantes lo utilizan de cierta manera, y eso es lo que la lingüística describe”.
Adrián me especifica que, como lingüista, debe explicar que el uso del lenguaje no puede ir en contra del lenguaje mismo.
“Mi tarea es desactivar la falacia de que el lenguaje incluyente ‘destruye’ la lengua. Desde la perspectiva lingüística, nadie se preocupa por la adición de nuevos pronombres o terminaciones. Los hablantes harán lo que necesiten hacer”.
Sin embargo, aclara que también tiene opiniones personales sobre el tema: “Como individuo, creo que hay implicaciones importantes en la vida de las personas. Las personas no binarias tienen derecho a tener documentos que reflejen su identidad”.
Solo es una opinión… pero informada
Todos tenemos derecho a opinar. Pero si deseamos tener una opinión educada, a veces es buena idea fundamentarla en evidencia, no en anécdotas o gustos. Aunque la opinión de Adrián sobre el lenguaje incluyente es personal, eso no quiere decir que sea arbitraria. Él me habla sobre evidencia que sugiere que adoptar el uso de lenguaje incluyente es importante.
Trae a la mesa un experimento en Francia, el cual sugiere una correlación interesante entre el uso masculino genérico en las publicaciones de vacantes y la cantidad de mujeres y personas diversas que concursan en esos empleos.
“Cuando se opta por opciones más incluyentes o neutrales, se observa un incremento en las aplicaciones de mujeres y personas diversas, sin que eso implique una reducción en la cantidad de hombres que concursan. Considerando esta evidencia, la empatía y la responsabilidad social, me parece una buena idea promover el uso de lenguaje incluyente”, afirma.
Asegura que las instituciones podrían implementar esta práctica, lo cual sería beneficioso, “aunque, insisto, lo digo a nivel personal, no desde la perspectiva lingüística”.
“Es de que” hay que disfrutar del español “incorrecto”
Adrián me propone una metáfora: conocer la lengua se parece a volar en un avión. Al principio, pasas por las nubes y turbulencia del normativismo, pero una vez que alcanzas la velocidad de crucero, o cierta altura, todo se vuelve tranquilo y pacífico. Es entonces cuando puedes disfrutar del lenguaje sin prejuicios.
Me pide considerar el uso de la palabra “man” en Ecuador. Aunque el término en inglés significa hombre, en ese país la palabra se utiliza como género neutro: están tanto “el man” como “la man”. Los lingüistas, me dice, estudian la lengua para desentrañar qué sucede en estos casos, qué revela sobre los hablantes, cómo funcionan nuestros cerebros y nuestros acuerdos sociales.
“La lengua, como producto cultural, es hermosa en sí misma. No necesita que la cuiden ni que le cambien el pañal. Mi cuenta en TikTok busca contagiar un poco esa fascinación por los fenómenos de la lengua, sin el filtro del normativismo”, concluye.
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