Preocupación de la RAE por el español de los jóvenes
La RAE publica un informe en el que evidencia limitaciones de los estudiantes en cuanto al uso del español y comprensión lectora
Foto: unsplashLa Real Academia Española (RAE), con su impresionante legado de tres siglos de batallas lingüísticas, alzó su voz en un informe que destapa las carencias alarmantes sobre la enseñanza del español. Aunque el informe se concentra en los estudiantes de primaria a bachillerato de España, puede interpretarse como un muestreo de un mal característico de la época.
El informe no es una tímida llamada de atención, es un toque de corneta en medio del caos educativo. Se desmenuzan preocupaciones cruciales: la comprensión lectora arrastrada por la marea de los tiempos digitales, la paulatina desaparición de las lenguas clásicas en los currículos y el desafío mayúsculo de persuadir a los jóvenes de que la literatura, la maestría de jugar con las palabras para despertar emociones, no es un dinosaurio moribundo.
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Un diagnóstico dolorosamente claro
La RAE, en un grito de auxilio disfrazado de informe, recordó la urgencia de abordar estos retos, pues de ello depende no solo nuestra habilidad para comunicarnos de forma efectiva, sino también nuestro poder de análisis crítico. En otras palabras, no sólo nuestra lengua está en juego, también nuestro cerebro.
Este informe no es únicamente para docentes y estudiantes: es un llamado a la sociedad entera, una advertencia en letras mayúsculas en la puerta de la ignorancia. Profesores de primaria, secundaria y bachillerato aportaron su experiencia a esta radiografía.
Los resultados son preocupantes: la comprensión lectora de los estudiantes se tambalea desde la primaria hasta la universidad. La riqueza de su vocabulario se desangra y la habilidad de articular sus ideas se desvanece como una niebla matutina frente al sol.
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Pero eso no es todo. La capacidad de pensar de forma crítica de los jóvenes parece haber sido secuestrada por la simplicidad y la velocidad de las redes. Ellos no parecen saber construir argumentos sólidos ni detectar las falacias. En cuanto a su repertorio cultural, tan vital para entendernos a nosotros mismos y al mundo, el reporte sugiere que casi se reduce a la nada.
Las causas de la enfermedad y la solución
¿Por qué llegamos a esto? La RAE señaló la falta de lectura y la seducción de la tecnología que vende rapidez sobre profundidad. También apuntó el reemplazo del pensamiento lógico por la tiranía de las emociones y la manía de generalizar, lo que también es fomentado por las redes.
Además, acusó a la juventud de ver la educación como una formalidad burocrática y valorar el éxito por encima del conocimiento.
Pero este informe no es solo un alegato, también propone soluciones que, si se implementan con determinación, pueden cambiar nuestro rumbo.
Se recuerda que la buena expresión no es tarea exclusiva de los profesores de lengua, sino una responsabilidad compartida por todos los educadores. También se insta a que los alumnos escriban y expongan más en clase, y aprovechen las virtudes de la web para practicar.
Asimismo, se recomienda fomentar la lectura no solo para enriquecer el espíritu, sino también para mejorar la escritura y ortografía.
¿Y el pensamiento crítico? Debates, debates y más debates. La RAE propone que la educación en expresión oral y escrita tengan su espacio por separado.
Tampoco se debe desestimar la constante formación del profesorado, otra más de las recomendaciones hechas.
La tecnología y su uso
El estudio deja claro que la tecnología no es el enemigo, sino una herramienta. Los docentes deben liderar a los estudiantes en su uso. Las pruebas de opción múltiple, comunes en plataformas como Google Classroom, son cuestionadas, ya que premian el acierto en lugar de la comprensión real.
Finalmente, invita a mirar más allá de las palabras, a explorar y comprender los fenómenos detrás de ellas.
El mensaje de la RAE es claro: si queremos salvar nuestra lengua y nuestra capacidad de pensar, debemos actuar y preocuparnos por el modo en que la juventud aprende el idioma. Las palabras son nuestra herramienta más preciada. Debemos enseñar a la juventud a afilarlas y a utilizarlas con maestría.
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