Qué aprendimos del mundo ideal de Barbie
Por Abril Torres Sánchez, líder de Inclusión y Comunidad Segura
Foto: PexelsSin spoilers, tenemos que hablar del fenómeno social que es la película de Barbie y algunas lecciones que nos deja sobre el mundo al que aspiraríamos construir y cómo poder llegar a él. Una de las primeras escenas de la película se ubica en Barbieland, con una coreografía en la que podemos ver a todo tipo de barbies participando: podemos ver a una Barbie en silla de ruedas, a Barbies con cuerpos diversos y de distintos tonos de piel, Barbies que se dedican a la ciencia y la Barbie presidenta. El lema “sé lo que quieras ser” cobra sentido en el mundo ideal de las muñecas, donde todos los cuerpos caben, todas las formas y no existen códigos sociales que limiten el acceso a una u otro según las características que posean.
Muy pronto en la película, nos cuentan que eso que vemos en Barbieland no es la vida real, y que en este otro universo de carne y hueso hay ciertas normas que operan que han mantenido a ciertos cuerpos en posiciones de desventaja. En algún momento, en su exposición al mundo real, Ken se encuentra con el concepto de patriarcado, que podemos entender -gracias a una secuencia de imágenes muy representativas- como la configuración del mundo tomando en cuenta lo masculino como medida del mundo. Si bien es uno de los puntos centrales de la película, no necesariamente es el único sobre el que podríamos tomar consciencia durante esta sátira de cómo las mujeres han estado relegadas de forma histórica. Pensemos cómo cuando Barbie y Ken salen en Barbieland la diversidad de identidades que vimos al inicio de la película se va difuminando, y es difícil identificar personajes en silla de ruedas, pertenecientes a pueblos originarios, a personas trans o a personas de cuerpos diversos.
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Para mí, esta omisión de visibilidad que vemos en el mundo real es clave para entender de qué otras formas este mundo está organizado que no permite que todas las personas lo habiten de la misma manera. Esto podemos visibilizarlo en la representación de las oficinas de Mattel que nos muestran en la película: es un espacio gris, con cubículos simétricos, sin ningún elemento visual demuestre que las personas que están ahí cuentan con algún tipo de particularidad. El espacio está diseñado para que todas las personas sean iguales, trabajen igual y no se distingan; podríamos traducir esto en cómo muchas veces los lugares donde estudiamos, donde convivimos, donde trabajamos, muchas veces están diseñados para que las diferencias no puedan existir, y todas las personas seamos parte de una masa homogénea donde no se toman en cuenta nuestras necesidades.
No obstante, la película nos invita hacer consciente lo inconsciente. Uno de los puntos clave de la película es cuando Ken toma consciencia de sí mismo, y de cómo sus acciones en Barbieland tiene implicaciones para los y las demás. Esto quiere decir que también como personas espectadoras, podemos formar parte de esa toma de consciencia. Merece la pena preguntarnos qué tanto nuestros entornos permiten que la diversidad viva en armonía, con el reconocimiento de las diferencias y la visibilización de éstas o qué tanto somos parte de un entorno que busca la estandarización y no toma en cuenta a todas las personas.
La utopía de Barbieland sólo es posible si somos parte activa de esta toma de consciencia, y damos cuenta de cómo algunas de nuestras acciones o de nuestro entorno podrían no sólo estar colocando a las mujeres en una posición de desventaja, sino a las personas con discapacidad, a las personas de la diversidad sexogenérica, a las personas migrantes, a las personas en situación de pobreza, entre otras. Para llegar a ese mundo ideal en el que podamos existir libremente, primero tenemos que reconstruir el mundo actual, y poco a poco aspirar a espacio menos grises y homogéneos, sino a espacios donde todas las características de cada persona sean tomadas en cuenta.
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